El pasado domingo 18 de octubre de 2015, en El Nacional,
Tulio Hernández dio a conocer en la prensa la primera parte de un ensayo suyo
que prologa el libro "Humanistas españoles en Venezuela", publicado
por la Embajada de España en Venezuela. Con una segunda entrega el 25 de
octubre, completó el texto que da cuenta de una valiosa iniciativa editorial
que ha incluido el nombre de un hombre cuyos innegables méritos sólo la
mezquindad de algunos se ha atrevido a situar en lugar diferente al
preponderante que con justicia y el mejor debido sentido crítico le adjudica
Hernández como faldón al estudio que del personaje Manuel Pérez Vila, en el
libro en referencia, correspondió presentar nada menos que a Inés Quintero.
Transcribimos los párrafos de Tulio Hernández en la introducción al estudio de
ocho emblemáticos intelectuales españoles que legaron a Venezuela lo mejor de
ellos, para suerte de España, el mundo y este país donde fueron acogidos como
hijos prodigiosos que fueron. En medio de maniqueísmo y irreverente engaño,
resulta oportuno ocuparse de situar cada a cada quien en su correspondiente
lugar.
“El emigrante en Venezuela que realizó en su existencia el
más soberbio aprendizaje sobre la documentación histórica nacional desde fines
del Siglo XVIII”. Así define Pedro Grases, su amigo, tutor, colega y compañero
de acción en muchos proyectos y estudios, la vida y el aporte que el
historiador Manuel Pérez Vila consagró a Venezuela. No exagera un ápice el
maestro Grases. Pues, tal y como lo describe minuciosamente páginas adentro la
historiadora Inés Quintero, la obra historiográfica de Pérez Vila es
desmesurada, colosal, prolífica, y su vida una entrega absoluta al trabajo laborioso
del artesanado intelectual, la escritura y la docencia. Su obra es gigante,
pero entre sus aportes más importantes destaca el haber conducido la
realización del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, sin
lugar a dudas una de las obras de consulta más rigurosas y útiles que se hayan
producido en el país para resguardar activamente su memoria histórica. La obra,
conformada por tres tomos, que se inició en 1976 y se publicó diez años
después, reunió a más de 350 especialistas en su realización, que implicó la
preparación de más de 10 mil fichas y 35 mil referencias bibliográficas.
“Para entonces el maestro ya estaba acostumbrado a obras de
estas dimensiones. Había trabajado en 1948 haciendo la investigación
bibliográfica para la publicación de las Obras completas de Andrés Bello;
luego, en 1950, con Vicente Lecuna en el Archivo del Libertador; influyó en la
creación y fue director de la Fundación Boulton; procesó con metodologías
modernas las memorias que el general O`Leary escribiera en el Siglo XIX y luego
publicó una biografía titulada Vida del general Daniel Florencio O’Leary,
primer edecán del Libertador.
“Su gran pasión fue el estudio de Simón Bolívar. Se encargó
en 1959 de la compilación del Tomo XII de las cartas del Libertador y, a partir
de ese momento, sin reposo ni tregua, inicio una serie de publicaciones entre
las que destacan la “Introducción” de Acotaciones bolivarianas. Decretos
marginales de El libertador, La biblioteca del Libertador; Simón Bolívar.
Síntesis biográfica, La formación intelectual de Simón Bolívar y un sinfín de
títulos más”.
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