Cien años del nacimiento del sabio
Félix Pifano se cumplieron el primero de mayo de 2012. Una de sus dedicaciones,
el Instituto de Medicina Tropical, conmemoró la fecha con jornadas científicas
donde además de recordarle, especialistas presentaron investigaciones a la
consideración de la cátedra.
Pifano, era hijo de inmigrantes
italianos de Vivonatti, Italia, llegados a Venezuela a fines del siglo XIX en
uno de aquellos vapores que temerariamente enfrentaban la travesía
trasatlántica llenos de gente que venía ilusionada a descubrir la América por
hacer.
Se radicaron en el estado Yaracuy cuya
arterias de comunicación estaban limitadas a senderos, piraguas que
aprovechaban las aguas de los ríos caudalosos, y el ferrocarril Bolívar que
partía del puerto de Tucacas, pasaba por Aroa y llegaba a Barquisimeto.
El año 1912, el del natalicio de Félix
Pifano Capdevielle, fue el primero dedicado a la penetración rural del
automóvil, sobre todo los Ford T importados por William H. Phelps, demostrados
a los clientes del interior por Edgar J. Anzola.
Hernán Pifano Cordido, hijo del doctor
Félix Pifano, en anotaciones fundadas en tradición oral de la familia y los
recuerdos a los cuales su padre hacía mención por emblemáticos de sus primeros
años como profesional sujeto a las contingencias sociales y políticas de su tiempo,
ha contado:
“Una persona sensible a las vicisitudes
sociales y las provocadas por la férrea dictadura del momento, debía estar en contacto con la juventud que
provocara la rebelión del año 28 y eso era obvio. Fue invitado a abandonar la
ciudad y confinado a la población de Nirgua, donde era totalmente desconocido y
no disponía de ningún recurso para su sustentación. Con medios de trasporte y
comodidades muy escasas llego a Nirgua; así narraba la experiencia: ¡bajé del
camión en mi traje de lino arrugado al extremo, sudoroso y polvoriento,
buscando en las calles próximas a la Jefatura Civil, algo de que
agarrarme! Providencialmente encontró a
un buen amigo que años mas tarde fuera su familiar, que por cierto, corría la misma suerte; daba clases de primaria
en una escuelita clandestina. Juntos y juntando algún dinero, lograban pagar el
aposento, hasta que una madrugada cambió la suerte; tocaron la ventana
solicitando los servicios del Doctor. Lo condujeron en coche hasta una casa muy
bien apertrechada donde yacía en una elegante cama de sabanas bordadas un señor
macilento y avanzado en edad quien sufría de Insuficiencia Cardiaca.
El Cornezuelo de Centeno y la confianza
que inspiró el joven profesional produjeron una recuperación casi instantánea.
Tal fue el éxito obtenido con el paciente que el Doctor fue convidado a reposar
el resto de la noche en una oficina contigua que ofrecía muchas comodidades.
Pero había algo más, en la biblioteca de la oficina estaba la colección
completa y actualizada de la Press Medicale, revista francesa que contenía lo
más reciente de la actualidad médica del momento.
Pifano no logró dormir ni por un
minuto. Entre revisar los adelantos científicos a que muy pocos tenían acceso y
preguntarse quien seria aquel misterioso personaje que él no conocía, se
presento el alba y con ella se comenzaron a aclarar dudas que condujeron a una
delicada controversia. El paciente ejercía la medicina pero no era médico.
Tenía sólidos conocimientos médicos pero no tenia título ni permiso para ejercerla.
No era profesional pero tenía el mismo oficio. El drama se elevo al plantearse
el cobro de honorarios.
Para suerte de los exiliados, privó el
sentido financiero del amigo que era su tocayo y quien fue tiempo después un
eminente economista, además del pragmatismo de quien ejercía sin permiso una
profesión que por cierto fue muy útil a
su comunidad. Hubo otra vez comida y ropa limpia. El dinerito por otra parte trajo suerte
porque en diciembre del mismo año, murió el tirano Gómez y terminó el exilio.
La plata alcanzó hasta para comprar una mula que lo devolvió al terruño. La
madrugada del 19 de diciembre, se fue en la bestia hasta la orilla del río
Yaracuy, llegó en la tarde a San Felipe, mojado y alegre a la celebración.
Con relatos parecidos a esta anécdota
fue como aprendimos muchas cosas de la vida pasada de Pifano. Con cuentos y citas proverbiales conversaba
con sus interlocutores, haciendo siempre grato el encuentro y dejando una
enseñanza de lo cotidiano y lo trascendente, a través de cosas sucedidas.
De vuelta en San Felipe, se integró a
la campaña contra la Malaria que apenas comenzaba. Fue un soldado insigne de
esa lucha heroica que libraron tantos venezolanos. En el medio rural donde
ejercía la mayor parte del tiempo asistía a un enorme laboratorio repleto de
fenómenos biológicos y accidentes de la naturaleza que rodeaban a los
pobladores humildes y a quienes se internaban en el campo, siendo agredidos,
parasitados o expoliados por los agentes patógenos que estaban allí antes de
que llegara el hombre…”.
Leyendas
1.Locomotora inglesa del ferrocarril Bolívar, la primera línea
contratada e inaugurada por el presidente Antonio Guzmán Blanco en 1877 entre
Tucacas y una localidad vecina a Aroa. Se exhibe en el Museo del Transporte.
Caracas. Colección FMT.
2.Félix
Pifano fue parte del ejército que diseminado por toda la geografía nacional,
enfrentó el paludismo después de la muerte de Gómez en 1936. En la fotografía,
fumigadores en una de las embarcaciones habilitadas por el ministerio de
Sanidad para la lucha antimalárica.
3.Doctor
Félix Pifano, valor fundamental de la ciencia de la Venezuela del siglo XX.
4.Domingo
Ottati, también entre los inmigrante italiano, es precursor en la lista de
quienes dieron vida al automovilismo en Venezuela con viajes al interior además
de organizar la primera línea de carros de alquiler en nuestro país.