Está por verse si el Museo del Transporte llegará a ser la chivera que preludia la nota anexa de un extracto de la página 50 de la revista Zeta (número aniversario 42 años No. 2946 del 22/4/2016). Pero en cualquier caso, si el Museo Guillermo José Schael termina siendo chivera, con absoluta seguridad no sería la obra de generaciones que con tanto sacrificio y esfuerzos cotidianos a los lo largo de 46 años, le han dado tanto de sí. Más bien sería el resultado de la acción negligente de quienes históricamente le han dado la espalda – ¡que los ha habido! - así como de funcionarios que en el pasado reciente los obsesionó acabarlo. Sacarlo de cuajo de donde funciona desde cuando hacia 1966 el Ministerio de Obras Públicas dispuso que finalmente la idea de crear un Museo del Transporte en Venezuela, encontrara dónde desarrollarla. No sólo fue la selección del espacio que en vecindad mas sin relación, coincidió con el denominado Parque del Este. Darle un lugar no bastaba. Por eso articularon acciones oficiales y privadas tendentes a rescatar en donde se hallaran, piezas históricas listas para echarlas a hogueras donde se fundía la historia ferroviaria nacional iniciada en papeles casi con el advenimiento de la República que en 1900 contaba con mil kilómetros de tendidos férreos. Así mismo, crear condiciones para que en viejos galpones remodelados hallaran cobijo colecciones de automóviles, carruajes de tracción de sangre y objetos relacionados donativos de particulares que vieron como gracia de la República, del Estado y de la sociedad civil, dar a Venezuela el lugar abierto siempre al público donde reposaran para siempre testimonios del pasado relacionado con la movilización mecánica del país y su gente consagrada o dispuesta de modo afanoso a sembrar progreso, bienestar, integración, compactación territorial mediante el empleo de medios y vías carreteras, caminos ferroviarios, aerovías, empleo de maquinaria agrícola y para la construcción, coches tirados por caballos, rutas fluviales por los caudalosos ríos que corrían por toda la geografía nacional, hace décadas absolutamente descuidados, contaminados, secados por la desidia con la que desde esferas públicas como privadas, en los últimos años ven y tratan a la naturaleza: cuencas hidrográficas, parques nacionales, bosques naturales, reservorios de agua, llanuras, montañas, plantíos boscosos... La vida que nace y es posible sólo aliada al medio ambiente conservado, protegido, aprovechado,…
Por cierto, vale recordar que en el pasado reciente emisarios de algunos de los responsables de que a la naturaleza la traten de manera suicida, tal como lo dibuja la urgencia del reciente acuerdo universal de París, formaron parte de la corte que cierta aciaga mañana de 2008 hizo acto de presencia armada y sin razón para intimidarnos y darse valor a sí mismos en la sala de reuniones de la Fundación Museo del Transporte (FMT). Blandiendo cierta resolución ministerial, el vocero hizo esta precisión: “…se pueden llevar para su casa los carritos y sus maticas”. En voz altiva lo declaró uno de los delegados de la ministra Yubirí Ortega, reemplazada por Alejandro Hitcher quien entre sus ocupaciones para dejar magnífico legado como ministro del Ambiente y los Recursos Naturales Renovables – entre otros (en parte como otros) algo de cuanto contribuyó al desecamiento del segundo lago más grande del país: Guri -, incluyó desatar la guerra contra el Museo del Transporte para anexarle jardines al Parque del Este o Generalísimo Francisco de Miranda. En ese plan gastó dineros en proyectos – se puede leer en la prensa de aquel entonces -.
Además de auspiciar la campaña mediática destructiva y otras acciones mediante las cuales pretendió arrodillar a la gente del Museo del Transporte (y condenar a centenares de usuarios), de paso cargarse qué significa esta institución para el país de todos, coadyuvó a montar el andamiaje que hasta hoy ha avalado que arrendatarios de espacios los cuales, según el Contrato de Comodato MARNR/FMT vigente hasta el 2018, deberían garantizar la subsistencia económica del Museo como servicio público abierto a todos para preservar un patrimonio único invalorable e incuantificable, el Consorcio Fonbienes y la firma de transporte de pasajeros Peli Express y sus aliadas, hagan cuanto le venga en ganas y permita ganar dinero a costillas del empleo de espacios por los cuales deberían remunerar a la FMT no del modo caprichoso como lo hacen, sino conforme a derecho. Vale decir, según lo estipulan taxativamente sendos contratos que ambas firmas comerciales administran a su antojo, alegan que gracias a arreglos que – según declaran en baja voz - garantizan subsistan en los lugares que ocupan y, económicamente hablando, aprovechadoras de las respectivas concesiones. Advierten que son obligadas por lo que queda del antiguo Ministerio del PPP el Ambiente y los Recursos Naturales Renovables. Éste, por intermedio de la Procuraduría de la República, planteó un juicio el cual atendemos con extrema pulcritud, diligencia profesional e impecable respuesta argumental ante el Tribunal Supremo de Justicia.
Razonablemente, el presidente Hugo Rafael Chávez Frías, percatado que se trataba de un atropello sin razón, más bien un acto inamistoso de grupúsculo de su gobierno contra un espacio público atractivo y querido por tantísimas personas, tuvo el buen olfato de encomendarle al Ministro del PPP la Cultura, doctor Pedro Calzadilla, presencia en el Museo del Transporte. En reunión respetuosa , cordial, de gran altura, propia del académico e historiador, celebrada con asistencia del entonces presidente del Instituto de Patrimonio Cultural, declaró a directivos y representantes laborales de nuestra institución, que de parte del Gobierno Nacional no existía predisposición contra el Museo del Transporte, instalaciones, personal y permanencia en el lugar donde está ubicado y resguarda el patrimonio que es de la Nación toda, protegido por las leyes que como tal lo consagran. Digno gesto de hidalguía del Presidente de la República como de su ministro de Cultura. De entonces para aca, de parte de la Fundación Museos Nacionales y la Dirección del Museo del Ministerio del PPP la Cultura, existe cooperación, intercambios y patrocinios que desdicen de la conducta y el comportamientos maledicentes o aprovechador de funcionarios de paso y/o empresarios mercantilistas practicantes a contracorriente de la historia y la modernidad de “Para mí todito pues mi trabajo es hacerme rico a costa de cualquier cosa”.
Innegable que el embate de lo hasta aca advertido obliga adoptar acciones ingeniosas mas nunca deshonestas ni degradantes que permitan que el Museo del Transporte subsista. Quien desee corroborar que hoy en día atrae a tantos niños, jóvenes, adultos y personas mayores como tal vez nunca, venga a verlo cualquier domingo del año. Hable con visitantes y usuarios. Seguro constatará lo mismo que preocupa e incluso aflige a los responsables directos del día a día del Museo. Pero no nos cansa doblarle el rendimiento a cada cien bolívares recaudados por medios lícitos, transparentes, administrados con honestidad, limpieza y decoro además de la generosidad de visitantes que donan una moneda en gesto de gratitud y reconocimiento por lo que le dejamos mirar libremente y apreciar en las colecciones representativas de estos restos de la historia del transporte en Venezuela, expuestos sin más en espacios del Museo del Transporte. Espacio de solaz y paz que subsiste, de parte de los trabajadores y directivos de la FMT como del Museo propiamente dicho, contra viento y marea, firmes en la disposición de evitar con el estruendoso apoyo de la gente, del pueblo, que acabe en la chivera a la que tantos chatarreros encantaría sacarle partido.
Alfredo Schael