A nadie extrañe si un domingo cualquiera llega al Museo del Transporte y encuentra vacíos.
Se trata de los efectos contraproducentes de la obra continuada de rateros que de noche hacen de las suyas sin existir persona ni autoridad que ponga coto a la acción de depredadores que, por ejemplo, entre el sábado y domingo pasados (9 y 10 de abril 2016) cargaron con partes de colecciones de objetos relacionados con los antiguos servicios de bomberos de Caracas. No es la primera vez.
Puede ser alguien dado a asuntos relacionados con bomberos o rateros que se llevan lo ajeno para canjearlo por unos cuantos bolívares de esos que valen nada pues con cien de ellos casi no existe qué comprar para tan siquiera un bocado.
Los metales interesan a fundidores que trabajan en estrecha relación con la delincuencia, igual que las reventas de relojes, oro y plata, celulares y otros objetos con demanda en el mercado secundario no controlado (como casi todas las cuestiones).
La acción de tales delincuentes llegados de otras partes o personas que cada día pululan alrededor de este sector de la avenida Miranda, Parque General Miranda, el complejo deportivo Papá Carrillo, centros comerciales, urbanización La Carlota, sede de Sudeban, etcétera, es indetenible por autoridades incapacitadas para prevenir ni pescar a quienes hurtan, asaltan o roban por estos lares desprotegidos como la mayor parte de la capital, ciudades, pueblos, caminos y campos del país.
En el caso particular de las instalaciones del Museo del Transporte y su patrimonio, además de las pérdidas irreparables, preocupa el presumible empleo de menores de edad pues los espacios por los cuales ocurren las penetraciones a las salas no son otros que, por tan pequeños, sólo niños caben para entrar en busca de objetos seleccionados que toman de las estanterías y exhibiciones para entregarlos a personas mayores por los mismos reducidos espacios libres entre cada marco de los vidrios que conforman las ventanas tipo basculantes. Doble es la maldad propiciada: se atenta contra la integridad del patrimonio de la institución e inducen al delito a quienes ni siquiera deben tener desarrollado el raciocinio. Sin embargo conviene dejar por sentado que nadie dude que podemos abrigar la sospecha de que no todo aquel que puede estar involucrado son precisamente tontos útiles.
De nada valen las comunicaciones consignadas en POLISUCRE, impotente ante los desmanes de los cuales cualquier persona, institución, lugar público o privado, puede ser objeto a cualquier hora pues tampoco precisa la nocturnidad para ser víctima. A plena luz se ven reuniones en los bajos del elevado o individuos deambulando. Son sin techo entre quienes tal vez alguno se la tiene dedicada al patrimonio de esta institución al servicio del bien de todos y para todos por siempre –mientras le permitan subsistir-.
En los alrededores también padecen la acción de motorizados que pescan víctimas de su actuación impune entre viandantes que ocupan las aceras entre la esquina de la avenida Miranda tanto en dirección al distribuidor Santa Cecilia como hacia la entrada de la urbanización La Carlota. Tiempo la que la actividad de cacos en moto es corriente a partir de tempranas horas de la mañana hasta entrada la noche.
¿Está condenado el patrimonio formado por las colecciones de la Fundación Museo del Transporte establecida en 1970 a la suerte de bienes y otros patrimonios perdidos que estaban dentro de la sede y laboratorios del Instituto de Medicina Tropical o del Instituto de Inmunología o en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV como en otros espacios-objetivo del comportamiento destructivo de sujetos que merecen trato cónsono con su conducta por autoridades de policía, órganos de protección y salvaguarda de personas y bienes ajenos así como de la justicia?
La Fundación Museo del Transporte lleva a cabo tantos esfuerzos como son posibles en función de la salvaguarda de su patrimonio aunque nunca logre asumir cada sugerencia adicional en materia de aseguramiento precautelar, personal especializado en seguridad, controles electrónicos e iluminación a todo hora, concertinas, ojos mágicos, tendidos eléctricos, blindajes, “cables pelados”,… Tantas recomendaciones costosas de difícil mantenimiento por entes que apenas recaudan céntimos auto generados para mantener abierto el Museo. Las valoramos todas pero,…
Como debe ser estamos notificando de las pérdidas recientes al Ministerio del PPP la Cultura como al Instituto de Patrimonio Cultural, entes donde reposan los inventarios de la Fundación Museo del Transporte como bienes de interés cultural protegidos que son de conformidad con la legislación vigente.
Gracias por la atención dispensada.
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