El avión salió de la Primera Guerra Mundial reconocido por su potencial como arma militar. En los Estados Unidos, los pilotos del Ejército y la Armada, aviadores y marinos, se esforzaron por ofrecer cada quien lo que podía para convertir en realidad las distintas visiones en cuanto a cómo potenciar la efectividad del arma aérea y cuál podía ser el papel de la aviación militar y naval en la defensa americana. No bastaba con recalcarlo ante las autoridades supremas de Washington ni el convencimiento del pueblo estadounidense, parte escéptica por lo que los defensores asumen enfrentar los focos de resistencia que habrían de derrumbar las limitaciones presupuestarias. Como lo deja ver en la reseña de la publicación divulgativa del tema aeronáutico y espacial de institución Smithoniana en su entrega de enero de 2016, la gira panamericana de aviadores estadounidenses, fue otro capítulo en el proceso de enfrentar -no son riesgos- el empuje de las capacidades de la tecnología aeronáutica y armamentista adaptada al avión, en rápido desarrollo durante las operaciones regulares, combate en tierras extranjeras, y vuelos públicos de presentación cotidiana de los avances de la tecnología estadounidenses. Las innovaciones en la doctrina, organización y tecnología condujeron en el poderío aéreo con que contaron las fuerzas americanas y aliadas que lucharían la Segunda Guerra Mundial en una escala global.
En la fotografía tomada de la página oficial del Smithonian, el Loening OA-1A San Francisco, uno de los cinco anfibios que formaron parte de la misión panamericana entre los años 1926 and 1927. Esa visita incluyó a Venezuela. Lo exponen como lo merece en la denominada Interwar Military Aviation del Udvar-Hazy Center, en Virginia, Estados Unidos. La colección de los años 1920 y 1930 de aviones militares contiene muchos one-of-a-kind y único sobreviviente. La revista caraqueña Élite dio cuenta del suceso que constituyó aquella visita inclusiva de Venezuela. Uno de los aparatos tuvo percances.
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El investigador venezolano Fabián Capecchi, coautor del libro “Aviación Civil en Venezuela, crónicas y reportajes” (Fundación Museo del Transporte, Caracas 2009), ofrece la siguiente reseña en el capítulo correspondiente a la presencia de hidroaviones en nuestro país:
“Ahí vienen los Yanquis.- Vista la importancia de Suramérica en el contexto estratégico norteamericano, se previó un ambicioso raid aéreo, con el objetivo de estrechar las relaciones diplomáticas con todos los países al sur del río Grande, alentar el empuje de las aerolíneas comerciales, y servir de entrenamiento a sus “muchachos” mientras mostraban que eran capaces de llegar hasta los más recónditos lugares del continente en modernos aeroplanos militares.
Un poderoso mensaje sería enviado. El “vuelo panamericano de Buena Voluntad” eufemismo con el que se llamó al raid, consistía en un vuelo de 5 hidroplanos Loening OA-1 de observación aérea bautizados con los nombres de: Detroit, San Antonio, St. Louis, San Francisco y New York y al mando del mayor Herbert A. Dargue, un brillante oficial del arma aérea del ejército norteamericano acompañado de otros 9 militares voluntarios, Tte. L. Ennis Whitehead, Cap. Arthur McDaniel, Tte. Charles Robinson, Cap. Ira C.Eaker, futuro comandante de la 8ª Fuerza Aérea de los Estados Unidos en Europa; Tte. Muir Fairchild, Cap. Clinton Woolsey, Tte. John Benton, Tte. Bernard Thompson y el Tte. Leonard Weddington.
Los poco estéticos Loening, eran hidroplanos monomotores impulsados por el famoso motor Curtiss Liberty de 12 cilindros en V invertido, que producía 1.650 hp de potencia. Utilizaban tren de aterrizaje retráctil que se replegaba sobre el casco que a su vez era el flotador principal en forma de zapato: eran capaces de llevar a plena carga 2.631 kilos y 200 galones de combustible proporcionándoles una autonomía de 1.609 km a una velocidad de 160 kph.
El gobierno norteamericano se aseguró de darles todo el apoyo necesario en cada país a través de sus legaciones o consulados, pagando editoriales y artículos de prensa que causaran gran expectativa. A pesar de que todo fue planificado y ensayado cuidadosamente antes el viaje, el raid estuvo plagado de problemas con los aviones y rodeado de una atmósfera fría y adversa en algunos países debido a un creciente sentimiento antinorteamericano, acentuado por las noticias provenientes de Nicaragua, donde los marines norteamericanos combatían a los guerrilleros de Augusto César Sandino.
Los aviones partieron el 21 de diciembre 1926 de San Antonio en Texas hacia México, hicieron escala en todos los países centroamericanos hasta llegar a France Field en el Canal de Panamá. De allí volaron a la costa Caribe colombiana y luego a Girardot, regresando a Panamá para cruzar Colombia por su costa oeste, en dirección a Guayaquil. En el camino uno de los aviones, tuvo que ser dejado atrás con sus tripulantes, en espera de que un nuevo motor llegara por barco desde Panamá.
Los 4 aviones restantes continuaron su periplo hasta Guayaquil, y luego al Perú. De allí recorrieron Chile hasta llegar a Valdivia, allí cruzaron los Andes hacia Argentina. En Buenos Aires el Detroit y el New York tuvieron un terrible accidente, chocaron en vuelo, perdiéndose 2 aviones y dos tripulantes. Sin embargo el vuelo continuó con sólo dos aviones hacia Uruguay donde se les unió el avión que se había quedado en Colombia.
Luego subieron hasta Asunción en Paraguay, y posteriormente Brasil, donde bordeando la costa cruzaron hasta Surinam y las Guayanas llegando a Trinidad. De Puerto España despegaron el 30 de marzo de 1927, directo hasta Puerto Cabello donde amarizaron a las tres de la tarde. Allí fueron recibidos por una delegación militar encabezada por el inspector general de la Armada y otros oficiales. Al día siguiente acompañados por el secretario de la Legación Norteamericana en Venezuela señor Abbot, y el teniente coronel Isaías Medina Angarita del Ministerio de Guerra y Marina, fueron conducidos en automóvil hasta Caracas.
En la Casa Amarilla los recibió el doctor Itriago Chacín, canciller de Venezuela; colocaron una ofrenda floral al Libertador en el Panteón Nacional, visitaron el salón Elíptico, y almorzaron en la Escuela Militar. En la tarde partieron hacia Maracay a entregarle personalmente una carta del presidente norteamericano Calvin Coolidge al presidente Juan Vicente Gómez, quien los felicitó y les impuso la Orden del Libertador. Ese mismo día en la tarde regresaron a Puerto Cabello donde ya se les había unido un cuarto avión, con el mismo nombre de New York, en sustitución del que se perdió en Buenos Aires.
Dedicaron todo el día siguiente a hacer unas cuantas reparaciones a sus desgastados Loening OA-1, debido a que uno de los cauchos de uno de los aviones se reventó, siendo sustituido por el de un automovilista local que lo cedió gustosamente, también se reparó parte de uno de los timones que resultó dañado con unos corales y fueron revisados los motores. Despegaron el 3 de Abril rumbo a Trinidad, las islas del Caribe, Puerto Rico, República Dominicana , Cuba y finalmente el aeródromo de Bolling Field en Washington.
El total la Escuadrilla de Vuelo Panamericano recorrió 35.509 kilómetros, visitando 25 países, colonias y posesiones con una duración de más de 4 meses. El éxito de esta expedición fue muy cuestionado, y finalmente eclipsado casi por completo por el vuelo de Charles Lindbergh, quien pocos días después cruzó en vuelo el Océano Atlántico rumbo a la gloria, al volar de Nueva York hasta París en solitario en un tiempo de 33 horas y 32 minutos”. Final de la narración cuyo autor es Fabián Capecchi.
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