miércoles, 9 de mayo de 2012

En el Yaracuy del ferrocarril Bolívar


Cien años del nacimiento del sabio Félix Pifano se cumplieron el primero de mayo de 2012. Una de sus dedicaciones, el Instituto de Medicina Tropical, conmemoró la fecha con jornadas científicas donde además de recordarle, especialistas presentaron investigaciones a la consideración de la cátedra.
Pifano, era hijo de inmigrantes italianos de Vivonatti, Italia, llegados a Venezuela a fines del siglo XIX en uno de aquellos vapores que temerariamente enfrentaban la travesía trasatlántica llenos de gente que venía ilusionada a descubrir la América por hacer.
Se radicaron en el estado Yaracuy cuya arterias de comunicación estaban limitadas a senderos, piraguas que aprovechaban las aguas de los ríos caudalosos, y el ferrocarril Bolívar que partía del puerto de Tucacas, pasaba por Aroa y llegaba a Barquisimeto.
El año 1912, el del natalicio de Félix Pifano Capdevielle, fue el primero dedicado a la penetración rural del automóvil, sobre todo los Ford T importados por William H. Phelps, demostrados a los clientes del interior por Edgar J. Anzola.
Hernán Pifano Cordido, hijo del doctor Félix Pifano, en anotaciones fundadas en tradición oral de la familia y los recuerdos a los cuales su padre hacía mención por emblemáticos de sus primeros años como profesional sujeto a las contingencias sociales y políticas de su tiempo, ha contado: 
“Una persona sensible a las vicisitudes sociales y las provocadas por la férrea dictadura del momento,  debía estar en contacto con la juventud que provocara la rebelión del año 28 y eso era obvio. Fue invitado a abandonar la ciudad y confinado a la población de Nirgua, donde era totalmente desconocido y no disponía de ningún recurso para su sustentación. Con medios de trasporte y comodidades muy escasas llego a Nirgua; así narraba la experiencia: ¡bajé del camión en mi traje de lino arrugado al extremo, sudoroso y polvoriento, buscando en las calles próximas a la Jefatura Civil, algo de que agarrarme!   Providencialmente encontró a un buen amigo que años mas tarde fuera su familiar, que por cierto,  corría la misma suerte; daba clases de primaria en una escuelita clandestina. Juntos y juntando algún dinero, lograban pagar el aposento, hasta que una madrugada cambió la suerte; tocaron la ventana solicitando los servicios del Doctor. Lo condujeron en coche hasta una casa muy bien apertrechada donde yacía en una elegante cama de sabanas bordadas un señor macilento y avanzado en edad quien sufría de Insuficiencia Cardiaca.
El Cornezuelo de Centeno y la confianza que inspiró el joven profesional produjeron una recuperación casi instantánea. Tal fue el éxito obtenido con el paciente que el Doctor fue convidado a reposar el resto de la noche en una oficina contigua que ofrecía muchas comodidades. Pero había algo más, en la biblioteca de la oficina estaba la colección completa y actualizada de la Press Medicale, revista francesa que contenía lo más reciente de la actualidad médica del momento.
Pifano no logró dormir ni por un minuto. Entre revisar los adelantos científicos a que muy pocos tenían acceso y preguntarse quien seria aquel misterioso personaje que él no conocía, se presento el alba y con ella se comenzaron a aclarar dudas que condujeron a una delicada controversia. El paciente ejercía la medicina pero no era médico. Tenía sólidos conocimientos médicos pero no tenia título ni permiso para ejercerla. No era profesional pero tenía el mismo oficio. El drama se elevo al plantearse el cobro de honorarios.
Para suerte de los exiliados, privó el sentido financiero del amigo que era su tocayo y quien fue tiempo después un eminente economista, además del pragmatismo de quien ejercía sin permiso una profesión que por cierto  fue muy útil a su comunidad. Hubo otra vez comida y ropa limpia.  El dinerito por otra parte trajo suerte porque en diciembre del mismo año, murió el tirano Gómez y terminó el exilio. La plata alcanzó hasta para comprar una mula que lo devolvió al terruño. La madrugada del 19 de diciembre, se fue en la bestia hasta la orilla del río Yaracuy, llegó en la tarde a San Felipe, mojado y alegre a la celebración.
Con relatos parecidos a esta anécdota fue como aprendimos muchas cosas de la vida pasada de Pifano.  Con cuentos y citas proverbiales conversaba con sus interlocutores, haciendo siempre grato el encuentro y dejando una enseñanza de lo cotidiano y lo trascendente, a través de cosas sucedidas. 
De vuelta en San Felipe, se integró a la campaña contra la Malaria que apenas comenzaba. Fue un soldado insigne de esa lucha heroica que libraron tantos venezolanos. En el medio rural donde ejercía la mayor parte del tiempo asistía a un enorme laboratorio repleto de fenómenos biológicos y accidentes de la naturaleza que rodeaban a los pobladores humildes y a quienes se internaban en el campo, siendo agredidos, parasitados o expoliados por los agentes patógenos que estaban allí antes de que llegara el hombre…”.



Leyendas

1.Locomotora inglesa del ferrocarril Bolívar, la primera línea contratada e inaugurada por el presidente Antonio Guzmán Blanco en 1877 entre Tucacas y una localidad vecina a Aroa. Se exhibe en el Museo del Transporte. Caracas. Colección FMT.

2.Félix Pifano fue parte del ejército que diseminado por toda la geografía nacional, enfrentó el paludismo después de la muerte de Gómez en 1936. En la fotografía, fumigadores en una de las embarcaciones habilitadas por el ministerio de Sanidad para la lucha antimalárica.

3.Doctor Félix Pifano, valor fundamental de la ciencia de la Venezuela del siglo XX.

4.Domingo Ottati, también entre los inmigrante italiano, es precursor en la lista de quienes dieron vida al automovilismo en Venezuela con viajes al interior además de organizar la primera línea de carros de alquiler en nuestro país.

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