viernes, 14 de octubre de 2011

A Mauro Freschi


No tenía sesenta años de vida Mauro Freschi Furlan, el hombre excepcional que se fue para siempre hoy por la mañana, hora de Padua. Se marchó de esta vida confiado en que Dios y la ciencia harían posible superara complicados males que hace nueve meses determinaron la internación médica en procura del milagro que significaría complacerlo: permitirle regresar e reintegrarse al trabajo.
Hasta hace poco, incluso vía internet, colaboró con el Museo del Transporte. Por años fue el voluntario francamente desinteresado que nos dejaba su saber y las formidables habilidades las cuales perdurarán expuestas en diferentes elementos que tocó entre tantos que forman estas colecciones Patrimonio Cultural de Venezuela.
Estaba orgulloso de liderar el encendido del motor de uno de los dos Ford T exhibidos en el Salón del Automóvil al cual, al igual que al campo ferroviario, aviación, modalismo,  y cien más, Mauro, sabio en variadas disciplinas, dispensó atención. De los T, el corpulento y acucioso Mauro localizó la data de 1914 como la del Cadillac Tulip de 1906.
Nos asesoró cómo conservar piezas a escala. Era maestro del modelismo estático. De los mejores del país. En cada exposición tenía casi el derecho a todos los premios. Se hizo famoso por la maravillosa reproducción diminuta de Neil Amstrong de pie sobre la superficie de la Luna, pieza con la cual hizo historia. Queda como monumento a la excelencia de Mauro en el manejo de habilidosas manos, las técnicas y el empleo del arte de alcanzar la perfección.
    Perfección plasmada en cada tarea emprendida bien como operador de complejos sistemas cibernéticos como también de aparatos  mecánicos,... Era especialista en numismática, en manipular el photoshop,… Como pocos llevaba de memoria paso a paso el avance hacia el más allá: cohetería,  satélites, misiones espaciales,...
    Realmente era capaz de convertir en obra de arte cuanto tocaba y, menos sobrevivir al temprano mal que lo aquejó, cristalizar con maestría cada proyecto que le cruzara la mente.
     Tenaz, jamás retrocedía. Hizo de la conversación ilustradora su gancho fuerte para captar la atención a su alrededor. Era fuente inagotable de saber de las cosas más sencillas como de las complejidades. Lo compartía sin egoísmo como buen didacta presto a enseñar.
Admiraba al papá -técnico mecánico de Plachart & Cía- y se desdobló en cuidados a la mamá. A Margarita su mujer. Amó la vida. Sirvió. Dominaba la culinaria, las artes, lo curioso, lo fantástico. Admiraba a la Italia de los ancestros como a la Venezuela que le vió nacer, donde volcó todo desde que el bebé empezó a descubrirla a través de los ventanales del apartamento de los Freschi Furlan en el primer edificio que Luis Roche construyó en Los Caobos alrededor de la Plaza Venezuela.
El Museo del Transporte ha perdido a quien montó la primera página web que tuvimos, guardada ahora en disketes a la espera de resucitarla. Despide hoy al colaborador pero por sobre todo al excelso amigo quien no sólo deja hermosos recuerdos. 

Alfredo Schael


Jueves 13 de octubre 2011