Hace dos domingos escarbar en la maleta dejada por el Papa en Río de Janeiro daba peso a la creencia de cuán cierta es la preocupación de la iglesia católica por rescatar sus espacios perdidos en América Latina.
La asistencia del Santo Padre a la reunión mundial de la juventud es otro gesto obligado en la persecución del objetivo del cual Francisco no es el primero en juzgar como importantísimo. Como en cualquier ciudad de Venezuela, al andar las calles de Río, a ambos lados de las aceras encontraremos locales de influyentes grupos de fervor que atraen con la oferta de que ellos sí purifican almas y gratifican apartándonos del sufrimiento al enseñar nuevos caminos de comunicación con el Señor.
Con Armando Galiardi y Martín Sánchez Mestre llegamos en el subterráneo desde Copacabana a la estación Carioca, a pocas cuadras del Museo de Bellas Artes, puerta que casi tocó abrir a las nueve en punto de una mañana sombría de invierno que, no por tal, deja escapar a los fluminenses que toman para sí los canales para tráfico vehicular por la avenida Atlántica con el fin de ejercitarse, andar a paso lento o pasear las mascotas, todo a pesar de ráfagas del viento frío.
Por contraste, las calles del centro de la cidade maravilhosa donde se halla el edificio neoclásico del Museo de Bellas Artes, desiertas. Descanso a esa otra cara interesante de la ciudad que muchos turistas que la visitan jamás llegan a conocer de tanto escuchar advertencias de peligrosidad que priva de apreciar simpáticas calles cruzadas por majestuosas avenidas igualmente abarrotadas de gente como la Presidente Vargas y Río Branco, con rascacielos alineados a ambos lados, plazas y hermosos edificios de tiempos del clasicismo como el del renovado Teatro Municipal, Biblioteca Nacional, la Catedral y otros, algunos convertidos en centros culturales que señorean para mejor, edificaciones siglo XIX, comienzos del XX y art decó.
En la primera planta del Museo del Bellas Artes exponen lo que el Papa facilitó de la colección vaticana que hizo traer consigo en el viaje que movilizó a millones, como en su día lo leímos en la prensa y evidenciaban tomas de la tv, algo tan veraz que Amelina, dependiente del restaurante del hotel que nos alojaba, describe como impresionante y sin precedente la cantidad de gente que sus ojos vieron copar los espacios donde ella se desenvuelve. ¡Y mire usted que abundan rincones para llenar ese trozo costanero de seis kilómetros!
A Heranca do Sagrado, obras-primas do Vaticano e de Museus italianos, nombre de la muestra, ocupa siete salas e incluye más de un centenar de obras de grandes artistas de la tradición pictórica itálica, entre otros Miguel Angel, Leonardo da Vinci, Caravaggio, Bernini, Guido Reni, Melozo da Forti, Beato Angelico, Coprregio, Guercino, Lorenzo Totto, Tiziano, Andres Mantegna,... Está sub dividida en cuatro módulos: Jesús Cristo, los apóstoles, Virgen María y los santos. El Mandylion de Edessa, una de las más antiguas y misteriosas representaciones de Jesús la cual estiman los estudiosos se remonta a los primeros siglos de la era cristiana, abre el primer grupo temático así como el tercero, dedicado a María, resalta por lo hermosa como diminuta, la miniatura renacentista florentina obra de Francisco Rosselli, que representa la escena de la anunciación.
El colofón, un audiovisual de toda la muestra segmentado en bloque de seis pantallas que dejan precisar cuanto es imposible alcanzar a mirar a simple vista, aún situados frente a las piezas. Juego de lentes que magnifican como microscopios, lupas y telescópicos. Enfoques de cercanía, penetración, imágenes en 3D de cada pieza obra de esas mágicas contribuciones tecnologías que ya brindan perspectivas diferentes a la museografía, entre los grandes temas contenidos en la agenda del XXIII encuentro mundial del ICOM.
Abundan álbumes copados de reseñas acerca del arte religioso en Brasil por lo cual, ante la variada muestra de efectos artísticos vaticanos, programadores y curadores de casi la totalidad de los museos de Río, le han dispensado el merecido espacio a lo representativo de las diversas manifestaciones de la cristiandad brasileña expresada mediante el arte. Visualizaciones de Cristo, María y los santos, adornadas y enriquecidas con oro, plata, piedras preciosas, maderas y otros materiales, obra de la ingenuidad más pura de artesanos brasileños que se difuminan en los propios inicios del catolicismo en América en secuencia abonada por obras de relumbrantes artistas de escuela interesados en la figura del hijo de Dios.
Valga subrayar que la valoración de la obra nativa expuesta para contrastar y complementar las maravillas que el Papa llevó en su maleta, lo que menos tiene es de excepcional en país donde advertimos la inquebrantable responsabilidad con la que se destacan de modo privilegiado los valores de la nacionalidad los cuales abarcan el patrimonio físico tanto como el intangible.
Alfredo Schael
La asistencia del Santo Padre a la reunión mundial de la juventud es otro gesto obligado en la persecución del objetivo del cual Francisco no es el primero en juzgar como importantísimo. Como en cualquier ciudad de Venezuela, al andar las calles de Río, a ambos lados de las aceras encontraremos locales de influyentes grupos de fervor que atraen con la oferta de que ellos sí purifican almas y gratifican apartándonos del sufrimiento al enseñar nuevos caminos de comunicación con el Señor.
Con Armando Galiardi y Martín Sánchez Mestre llegamos en el subterráneo desde Copacabana a la estación Carioca, a pocas cuadras del Museo de Bellas Artes, puerta que casi tocó abrir a las nueve en punto de una mañana sombría de invierno que, no por tal, deja escapar a los fluminenses que toman para sí los canales para tráfico vehicular por la avenida Atlántica con el fin de ejercitarse, andar a paso lento o pasear las mascotas, todo a pesar de ráfagas del viento frío.
Por contraste, las calles del centro de la cidade maravilhosa donde se halla el edificio neoclásico del Museo de Bellas Artes, desiertas. Descanso a esa otra cara interesante de la ciudad que muchos turistas que la visitan jamás llegan a conocer de tanto escuchar advertencias de peligrosidad que priva de apreciar simpáticas calles cruzadas por majestuosas avenidas igualmente abarrotadas de gente como la Presidente Vargas y Río Branco, con rascacielos alineados a ambos lados, plazas y hermosos edificios de tiempos del clasicismo como el del renovado Teatro Municipal, Biblioteca Nacional, la Catedral y otros, algunos convertidos en centros culturales que señorean para mejor, edificaciones siglo XIX, comienzos del XX y art decó.
En la primera planta del Museo del Bellas Artes exponen lo que el Papa facilitó de la colección vaticana que hizo traer consigo en el viaje que movilizó a millones, como en su día lo leímos en la prensa y evidenciaban tomas de la tv, algo tan veraz que Amelina, dependiente del restaurante del hotel que nos alojaba, describe como impresionante y sin precedente la cantidad de gente que sus ojos vieron copar los espacios donde ella se desenvuelve. ¡Y mire usted que abundan rincones para llenar ese trozo costanero de seis kilómetros!
A Heranca do Sagrado, obras-primas do Vaticano e de Museus italianos, nombre de la muestra, ocupa siete salas e incluye más de un centenar de obras de grandes artistas de la tradición pictórica itálica, entre otros Miguel Angel, Leonardo da Vinci, Caravaggio, Bernini, Guido Reni, Melozo da Forti, Beato Angelico, Coprregio, Guercino, Lorenzo Totto, Tiziano, Andres Mantegna,... Está sub dividida en cuatro módulos: Jesús Cristo, los apóstoles, Virgen María y los santos. El Mandylion de Edessa, una de las más antiguas y misteriosas representaciones de Jesús la cual estiman los estudiosos se remonta a los primeros siglos de la era cristiana, abre el primer grupo temático así como el tercero, dedicado a María, resalta por lo hermosa como diminuta, la miniatura renacentista florentina obra de Francisco Rosselli, que representa la escena de la anunciación.
El colofón, un audiovisual de toda la muestra segmentado en bloque de seis pantallas que dejan precisar cuanto es imposible alcanzar a mirar a simple vista, aún situados frente a las piezas. Juego de lentes que magnifican como microscopios, lupas y telescópicos. Enfoques de cercanía, penetración, imágenes en 3D de cada pieza obra de esas mágicas contribuciones tecnologías que ya brindan perspectivas diferentes a la museografía, entre los grandes temas contenidos en la agenda del XXIII encuentro mundial del ICOM.
Abundan álbumes copados de reseñas acerca del arte religioso en Brasil por lo cual, ante la variada muestra de efectos artísticos vaticanos, programadores y curadores de casi la totalidad de los museos de Río, le han dispensado el merecido espacio a lo representativo de las diversas manifestaciones de la cristiandad brasileña expresada mediante el arte. Visualizaciones de Cristo, María y los santos, adornadas y enriquecidas con oro, plata, piedras preciosas, maderas y otros materiales, obra de la ingenuidad más pura de artesanos brasileños que se difuminan en los propios inicios del catolicismo en América en secuencia abonada por obras de relumbrantes artistas de escuela interesados en la figura del hijo de Dios.
Valga subrayar que la valoración de la obra nativa expuesta para contrastar y complementar las maravillas que el Papa llevó en su maleta, lo que menos tiene es de excepcional en país donde advertimos la inquebrantable responsabilidad con la que se destacan de modo privilegiado los valores de la nacionalidad los cuales abarcan el patrimonio físico tanto como el intangible.
Alfredo Schael
Catálogo/afiche de la muestra de obras llevadas a Río por el Papa Francisco. |
Uno de los pabellones del Museo de Bellas Artes de Río con esculturas clásicas de mármol. |
Retablos coloniales de una colección agregada a la gran muestra vaticana llevada a Río desde Oro Preto, Brasil. |
Entre las piezas originales de Brasil expuesta en el Museo de Bellas Artes de Río figura este muy hermoso retablo. |
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