martes, 22 de marzo de 2011

Acerca del Museo del Transporte

Por una resolución de el para entonces gobernador de Caracas, Raúl Valera –de fecha 29 de junio de 1965- se designó una comisión destinada a promover la Fundación Museo del Transporte de la ciudad de Caracas, quedando constituida ésta por los ciudadanos Eugenio Mendoza, Santiago Hernández Ron, Mauro Páez Pumar, Guillermo José Schael y Alfredo La Fuente.

El proceso de rescatar antiguas locomotoras que estaban a punto de ser enviadas a los altos hornos y de algunos vagones de los viejos ferrocarriles fue ardua empresa y tardó cinco años. A la iniciativa de esta junta promotora se agregó la de la Asociación de Amigos de Automóviles Antiguos (AAAA), integrada por un grupo de aficionados a la conservación, entre estos Carlos Enrique Tovar, Iván Pulido Herrera, Antonio Agostini, Asdrúbal Fuenmayor, Reinhardt Hellmund, y hombres con vocación por la historia y la tradición entre estos José Antonio Giacopini, Carlos Kaufmann, Manuel Rafael Rivero, Alfredo Velez, Enrique Tejera París.

Puestos de acuerdo constituyeron una fundación cuya sede fue al principio unos depósitos del desaparecido Ministerio de Obras Públicas, situados al naciente del Parque del Este. Estos depósitos fueron acondicionados progresivamente con la colaboración del Parque del Este y la o menos valiosa contribución del sector privado. Sería prolijo debido a la limitación de espacio mencionar los donativos, el nombre de todas las personas y el género de conativos recibidos, los cuales han enriquecido el patrimonio del Museo tras una labor continuada y sistemática.

Algunos medios de comunicación han prestado eficaz y entusiasta cooperación a estos fines.

No podemos dejar de mencionar las palabras de estímulo recibidas del colega Arístides Bastidas quien regularmente nos visita en la fecha aniversaria del Museo y a quien nos une antigua amistad.

-“Cada vez que voy a ese remanso, nostálgico acaso, recobro la transparencia de mi mente y me regocijo con la ingenuidad de las cosas y de las personas que allí protagonizan escenas de una Caracas que se marchó para siempre. No voy a decir desde cuando compartimos las peripecias de este sabroso trabajo que es el periodismo. Tampoco confesaré el tiempo que llevamos de amigos. Le podrían adivinar la edad. Y no se si me lo perdonaría. En el Museo del Transporte hay algo así como una acuarela animada. Pues allí una brisa cariñosa me acaricia el rostro sin vista, hace lo mismo con las ramas dóciles de árboles que se dejan mecer por ella

-La locomotora, ciertamente, es una máquina con inquietudes sentimentales por eso le tributamos la veneración que uno guarda por las amistades irremplazables. La locomotora y sus vagones –observa Bastidas- jamás enlutaron a nadie como si lo hacen los supersalvajes modernos. Por el contrario, eran apacibles mensajeras entre el campo y las ciudades. Y al menos en nuestro país los alemanes del pequeño tren que se hacía llamar Gran Ferrocarril de Venezuela, tenían tanta devoción por su industria, como por la naturaleza a la que amaban. Donde instalaban los rieles, que eran rieles de progreso, sembraban árboles, praderas y bosques.”

Guillermo José Schael

El Universal.

Columna Brújula

Caracas, octubre de 1981






En el acto de recepción de las maquetas de Caracas en los años años treinta, realizadas por la arquitecta Ruth Neumann por encargo de Inparques, aparecen la realizadora del inigualable proyecto expuesto en el Museo del Transporte en forma permanente, Carlos Henrique Tovar, co-fundador del Museo del Transporte del cual fue uno de los primeros directivos, apasionado del automovilismo, y Antonio Agostini, clave en el desarrollo del Museo desde sus primeros pasos.

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