sábado, 23 de abril de 2016

Guillermo José Schael: cuando el automóvil es historia


Guillermo José Schael es algo así como un "fanático" del automóvil y de la industria automovilística. Es fundador del Museo del Transporte y autor de un libro sobre la historia del automóvil en Venezuela —libro lleno de fotografías de una Caracas para la cual el auto hoy en día cotidiano todavía era una sorpresa. 
Sin embargo, nos lo dice él mismo, su afición por la industria data de mucho .tiempo atrás. En efecto, en sus tiempos de estudiante coleccionaba todo lo que tuviera que ver con el ramo y, como hoy en día sucede también con muchos de nuestros jóvenes, tenía una intuición especial para comprender cuáles eran las pequeñas y grandes innovaciones que los fabricantes introducían cada año. 
Ese amor por la industria automovilística lo lleva a fundar el Museo del Transporte, iniciativa que había acariciado durante muchos años (se considera a sí mismo pionero del museo) y cuyos propósitos fundamentales estaban orientados a la recreación de la colectividad y al cumplimiento de funciones docentes. 
El Museo del Transporte fue inaugurado en el año 1970, aunque sin embargo el comité para su promoción ya estaba formado desde 1965. De este modo, pronto el museo va a cumplir quince años y quisimos conocer su opinión acerca de la evolución particular del museo. 
— ¿Cómo surge este museo? 
—Este museo se comenzó a constituir —contesta Guillermo José Schael— con motivo de los actos programados para el cuatricentenario de Caracas, en 
1966. Un año antes se conformó una junta que incluía al Sr. Eugenio Mendoza, a Mauro Páez Pumar, a Santiago Hernández Ron, a Alfredo la Fuente y a mí. De esa junta quedaron finalmente dos personas, entre las cuales estaba yo, y nos dedicamos de lleno a la construcción de este museo. 
—Personalmente ¿cuál era su interés? 
—Desde la primaria tuve un gran interés por el automovilismo y por la historia de su desarrollo. Uno de mis hobbies consistía en tener réplicas de modelos de automóviles hechas a escala y con la mayor perfección. Entre los grupos escolares yo era considerado un experto, porque era capaz de identificar los modelos inmediatamente, adivinar su fecha de construcción, e intuir cuáles eran los progresos que introducía(' cada año los fabricantes. 
Conocía también a los concesionarios y a los distribuidores de las principales marcas aquí. Al mismo tiempo, me interesaba por su historia: nadie se imagina hasta qué punto los automóviles contribuyeron al desarrollo de las vías de comunicación. Cuando llegaron los primeros automóviles aquí no teníamos carreteras y tan es así que los primeros automóviles que llegaron —en cajas— desde los Estados Unidos, los trajo Edgar Anzola y subieron en ferrocarril. Al interior llegaron algunos en lomo de mula. 
— ¿Cuáles fueron sus objetivos al fundar el Museo del Transporte? 
—Se consideró, como sucede en toda ciudad culta, que era necesaria la Fundación del Museo del Transporte. Fue un proyecto que acometimos con gran entusiasmo. Pero tiene que saber que era una idea muy vieja, puesto que nosotros, además de fundadores, somos pioneros del museo. 
Antes de que existiera la Fundación, en efecto, nosotros nos reuníamos —los que teníamos vehículos antiguos activos— para hacer una serie de desfiles. Tales desfiles constituían la sensación de una Caracas de menos de dos millones de habitantes. El desfile que nosotros hicimos en julio de 1966 constituyó un evento cultural significativo, algo que le sorprendería si Ud. pudiera verlo ahora. No era —nos dice con un cierto dejo nostálgico— la Caracas de hoy, entregada al pillaje y a la depredación. Eso constituye uno de nuestros grandes problemas ahora. 
— ¿A qué se refiere? 
—Aquí, los jóvenes ven un automóvil y lo primero que se les ocurre es ver cómo se pueden llevar algún "suvenir" de los carros antiguos. Nosotros tenemos una verdadera carencia de vigilancia y nos faltan los grandes recursos fue tienen los otros museos del mundo. Se lo digo porque aquí hemos perdido, injustificadamente, piezas muy importantes. Yo creo que hay gente que no está educada para ver un museo, para visitarlo. Aquí entran una serie de "zagaletones" sin control ninguno. Aunque me han dicho que eso sucede en todas partes del mundo, yo creo que aquí hay realmente falta de vigilancia, producida fundamentalmente por la falta de recursos. 
Lo cierto es que, pese a todas las dificultades, el museo ha venido creciendo. Pero, con todo, ese crecimiento y la falta de recursos nos han venido asfixiando un poco. Como decía Eugenio Mendoza —quién, como le dije, también es fundador de esta institución—
"Siempre se sabe cuándo nace un museo pero no se sabe cuándo terminará de crecer". 
La paradoja es que este museo se ha venido encogiendo debido a la carencia de espacio. Sin embargo, tenemos algunas nuevas iniciativas: por ejemplo, tenemos el proyecto de la organización de una sala audiovisual, destinada a la historia del automóvil, y para ello quisiéramos contar con la ayuda de algunas universidades, privadas y del Estado. Con este tipo de ayuda, quizá se puedan hacer las ampliaciones necesarias. 
No obstante todas las dificultades, hemos tenido la satisfacción de poseer el apoyo de la comunidad, de la colectividad en general, la cual continuamente nos ha proporcionado recursos. 
Al mismo tiempo, las donaciones no nos faltan. Gracias a ellas nosotros poseemos verdaderas joyas automovilísticas, joyas que cualquier museo del mundo estaría orgulloso de exhibir. Nosotros aspiramos seguir contando con esa confianza. 
— ¿Qué tipo de apoyo tienen Uds.? 
—Nos sostenemos con una serie de recursos exiguos y con eventuales donaciones. La SHELL tuvo el gesto, antes de ser nacionalizada, de donarnos una locomotora antigua. Hay, también, una industria metalúrgica que nos ayuda con la reconstrucción de los repuestos de los autos antiguos. Pero no existe la mano de obra especializada, o es muy escasa, fundamentalmente por la situación que está atravesando el país en esta hora de dificultades. 
Nosotros le dedicamos todo nuestro tiempo a esta institución, atendiéndola en todas sus necesidades básicas. Actualmente forman la junta directiva el general Ramírez Torres, el ingeniero la Fuente, ocupando los cargos de presidente y vicepresidente respectivamente. Y luego están los directivos: Carlos H. Tovar, Alfredo Paúl Delfino, Iván Pulido, yo mismo.... 
— ¿Qué orígenes tienen, en general las piezas que Uds. tienen aquí? Son donaciones particulares. Tenemos, por ejemplo, la cochera, donada por el señor Eugenio Mendoza y llena de piezas 
del s. XIX. Hay una diligencia donada por la Fundación Mendoza también y que fue construida por la casa Mühler de París. Tenemos un Gran turismo de 1931, un Lincoln gomero de siete asientos, una bicicleta del siglo XIX, la cual fue donada por Enrique Brandt. Hay también un departamento especial para la exhibición de los primeros camiones que llegaron a Venezuela: un Mack de 1923, un Federal y un Willys Knigth, el cual fue donado por Rafael Ginnari. 
Finalizada la entrevista no podemos más que sorprendernos del empuje y la mística que ha llevado a la constitución y al mantenimiento de este museo. 
Pero tampoco podemos menos que destacar la preocupación de Guillermo José Schael acerca del destino de la institución que él ayudó a fundar: teme que su presupuesto, que él ya considera escaso, se le reduzca todavía más debido a la situación que atraviesa el país. 
Cuando el Museo ya va a cumplir sus quince años es importante que todos reiteremos el compromiso adquirido cuando se constituyó la Fundación para la Organización del Museo del Transporte y contribuyamos al mantenimiento y desarrollo de este centro de recreación y acervo histórico.
Texto del reportaje publicado sin firma en la revista FADAM (Federación de Asociaciones de Distribuidores de Automotores y Maquinarias de Venezuela) No. 8, año 2. Caracas, Mayo de 1984.
Nota: Guillermo José Schael González, nacido en Caracas el 29 de abril de 1919, falleció en su residencia en La Castellana, Caracas, la tarde del domingo 23 de abril de 1989.




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