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martes, 19 de agosto de 2014

Celso Fortuol, genialidad venezolana

Hace poco el ingeniero Celso Fortuol celebró 88 años de edad sin impedimento para pensar y trabajar.
“Siempre me he dedicado al análisis de cálculo” –dice quien trasciende lo nacional en ese campo específico. En algunos aspectos sus programas de cálculo estructural superan otros muy conocidos de prestigiosa autoría y marcas en uso en diversas partes del mundo en donde este ejemplar venezolano es respetado y admiran.
Graduado en 1948 por la Universidad Central de Venezuela, barcelonés de Anzoátegui, hijo de un agente viajero larense que se casa y radica en Oriente, ingresó a la Sala de Cálculo de la Dirección de Edificios del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Allí sirvió hasta 1951.
Fue parte del equipo a cargo en el MOP del destacado arquitecto Luis Eduardo Chataing Pelayo, hijo de Alejandro Chataing, de obra reconocida debido a magníficas edificaciones plantadas desde los días de Cipriano Castro.
Trabajaban en equipo teniendo como instrumento esencial la Regla de Cálculo, exigente en las aproximaciones con la vista a las reglas graduadas milimétricamente deslizadas una sobre la otra para brindar la información exacta del cálculo deseado. Versiones del instrumento eran tan alargadas que asustaban de tan sólo mirarlas. Ajenos al oficio, al verlas envainadas en cartucheras protectoras, suponían que se trataba de una daga o algo parecido.
El joven Celso no tardó en recibir ofertas de trabajo en lo que mejor sabía hacer. Lo contratan los constructores del puerto de Carirubana y de las urbanizaciones 2 de Diciembre y Simón Rodríguez, en Caracas.
Con el colega Armando Fernández Esté funda la Oficina Técnica Fortuol y Fernández. La ocupan numerosos y destacados proyectos de ingeniería en la rama del cálculo estructural. Destaca la intervención en obras como la Aduana de Maracaibo, 148 puentes del tramo Ferrocarrilero Puerto Cabello – Barquisimeto; Helicoide de la Roca Tarpeya; Planta Termoeléctrica en San Cristóbal; Hospital Clínico Universitario de Mérida; Edificio Rental de 34 pisos en Plaza Venezuela y otro numeroso grupo de proyectos que superan más de 270 obras de análisis y proyecto estructural.
Preguntado por la construcción del ferrocarril Puerto Cabello –Barquisimeto, recuerda poco salvo el tiempo para calcular casi 150 puentes sobre los cuales correrían trenes a partir de diciembre de 1957.
En cuanto al edificio que comenzaron a construir en la Zona Rental de la Plaza Venezuela, no se explica Fortuol qué pudo ocurrir no obstante el vaciamiento de las fundaciones apropiadas para levantar la torre de 34 pisos que daría la dimensión vertical de la cual carecía el perfil de la capital a finales de la década de 1950. Quedaron debidamente asentadas, muy bien calculadas. Luego, al improvisar usos, acondicionaron espacios entre las columnas para instalar oficinas e incluso talleres mecánicos. Algo inaudito siguió tras el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez y posterior ausencia de decisiones oportunas.
Fortuol guarda recuerdos de otros inconvenientes sorteados en obras llevadas a feliz término en la zona de Plaza Venezuela. Menciona las torres Capriles y Phelps cuyos cálculos originales hubo rectificar.

II

En la entrevista llevada a cabo en la espaciosa biblioteca-estudio-sala de música del también melómano, presente su amigo el computista Hernán Méndez Hernández, mencionamos el tema sísmico y Caracas. Para los calculistas de estructuras es clave en sus tareas.
Califica como acertadas las modificaciones a antiguas normas locales que tomaban en cuenta factores unidireccionales cuando debió imponerse tomar en cuenta que la tierra puede moverse en cualquier dirección. Teníamos como patrón las normas estadounidenses sin relación con las características de nuestros suelos. “No estamos en el terreno precámbrico donde se levantan las grandes ciudades brasileñas”.
Con motivo del terremoto de 1967, a Fortuol le correspondió analizar casos dramáticos incluyendo un par de edificios construidos por el mismo profesional. Uno se desplomó y otro no sufrió. Lo determinó la orientación sobre el mismo terreno de ambas edificaciones. Durante los pocos segundos de duración del sismo, la diferencia en el sentido del movimiento que las acudió, aun siendo estructuras perfectamente iguales y construcciones bien hechas, las afectó de modo diferente.
Cuando comentamos cuán cierto pueden ser supuestos defectos en los cálculos de las nuevas soluciones habitacionales edificadas en Caracas, el ingeniero Fortuol puntualiza que le han consultado proyectos los cuales certificó por lo inobjetable de los cálculos presentados por los proyectistas.
Pero –advirtió-, más allá del cálculo estructural, la correcta estimación de las cargas verticales,… tenemos el cómo construyen esos u otros inmuebles.
Resalta cuánto le incumbe a la inspección como a la honradez de los constructores. Algunos optan por lo barato, proyectistas y constructores, cuyas faltas a la honestidad, a la ética, al sentido de responsabilidad, “la sufren los pendejos”.
En Venezuela –afirma- se ha construido bien. En los años 50 contamos con gente competente, tantos italianos y españoles contratados para obras públicas, sobre todo la construcción de edificios.
Quien fue aguerrido opositor al régimen dictatorial de entonces recuerda que bien asesorado, el presidente Pérez Jiménez supervisaba las construcciones y que le constan entre otras acciones ejemplares de las que tuvo conocimiento en aquel entonces, órdenes de demolición de pisos completos por faltas a lo proyectado o deficiencias comprobables durante la ejecución de los trabajos.
“Siempre ha habido comisiones –comenta. Antes las percibían ministros y otros en las muy altas esferas de los gobiernos; ahora cobra todo el mundo. Empresas que no son constructoras les asignan obras cuya calidad es la menos indicada –agrega-. Lo que perseguimos era un esquema más conservador al hacer el cálculo estructural que debía ser tomado en cuenta durante los vaciados debidamente inspeccionados, comprobada la calidad del cemento y de los demás elementos que forman parte de las estructuras… Lamentablemente, a veces algunos no atienden todo cuanto exige construir bien”.
Sale a colación el caso del Viaducto N° 1. Se trataba de un arco triarticulado diseñado y construido por franceses con intervención de respetables ingenieros venezolanos, al que no le cabía hacerle nada más, menos aquello que intentaron lograr mediante una práctica o procedimientos desaconsejables en ese caso. Fortuol dice haber sido consultado y fue al sitio a comprobar si había fracturas. En ese momento no se detectaron rupturas. Luego sí aparecieron y con ellas lo inevitable. El puente emblemático de la autopista Caracas-La Guaira se desploma a pocos días de clausurado el paso de vehículos.

III

Celso Fortuol trabajaba como calculista estructural para obras gubernamentales como de particulares. Entre 1951 y 1952 formó parte de un grupo de profesionales que intenta crear una federación de ingenieros.
En paralelo asumió un papel militante en la resistencia adeca en Venezuela. Así se comporta a lo largo de la dictadura perezjimenista. Nunca fue descubierto porque no lo delató ninguno de los compañeros que lamentablemente caían presos.
“Yo andaba en un Mercury descapotable color amarillo en cuya maleta muchas veces transporté niples que construía para abastecer a quienes como yo desafiaban a la autoridad en la lucha por el restablecimiento pleno de las libertades y la democracia”.
A más de un joven ilustró cómo fabricar bombas caseras. “Romulito Henríquez figuró entre aquellos muchachos”.
Como militante del partido Acción Democrática a partir de 1951 colaboró con Leonardo Ruiz Pineda y Alberto Carnevalli en numerosas tareas clandestinas hasta la reacción cívico militar que derriba el gobierno perezjimenista. “Lo nuestro era tumbar al régimen a como diera lugar… Me tocó llevarle a los dirigentes exiliados en Panamá y Costa Rica la lista de los militares comprometidos con un golpe que se rajaron cuando habíamos convenido proceder”.
Llega el 23 de enero de 1958. La liberación de los presos políticos. “El nuevo gobierno debía asimilar las víctimas de la dictadura…”. Entre las peores herencias, el desempleo generado por el frenazo al ritmo de la construcción. Al gobierno ingresaron presidentes de constructoras que hacían bien sus trabajos pero por alguna causa ya le era imposible proseguir. Menciona a Blas Lamberti, Juancho Otaola,… “capaces, a quienes no los humillaba el régimen, por el contrario, eran respetados aunque no afectos” –aclara.
Jorge Romero Gutiérrez lo invitó a colaborar en la planificación del Helicoide en la Roca Tarpeya. Esa obra involucró al griego Anastasio Lambropulus así como a los alemanes Pedro Neuberger y Dick Bornhorst. Al proyecto original de 100 mil m2 Fortuol todavía lo considera interesante desde cualquier punto de vista pero dejó de avanzar cuando se derrumba la dictadura.
Como hombre de confianza y profesional con algo para ofrecer, le encomiendan la dirección del Plan de Obras Municipales de la Gobernación del Distrito Federal. En dos platos, el Plan de Emergencia de Caracas. Pagaba siete bolívares diarios manteniendo agrupados a desempleados, no a todos sin darle algo para hacer. Entre los profesionales civiles cundió la impresión de que al gobernador Marchelli Padrón no le caían bien los ingenieros.
Luego Fortuol pasa a la jefatura del Plan de Obras Extraordinarias del MOP. A partir de una serie de ideas y obras proyectadas, arrancan varios frentes de trabajo en diferentes lugares del país. Ejecutaron unos 100 millones de bolívares, no poco dinero para la época. A José Agustín Catalá le corresponderá la auditoria. Auditar concienzudamente lo ejecutado bajo las órdenes del Ministro que le rendía cuenta al presidente Rómulo Betancourt. Imperó la probidad. Satisfecho de aquel papel en momentos difíciles “creo que lo objetado de la totalidad de las cuentas no llegó a 600 mil bolívares”.
El partido lo postula y resulta electo concejal por la parroquia El Recreo. Se incorpora al Concejo Municipal presidido por Raúl Díaz Legórburu. “Él tenía una letra preciosa y cuando le preguntaba cómo la haces, respondía: escribe vertical y verás”. Era persona decente y responsable en la conducción de la Cámara que compartía entre otros con Salóm Mesa Espinoza, de la misma bancada adeca; por Copei, Leonor Mirabal de Brandt, José Antonio Pérez Díaz, Eduardo Tamayo Gascue; por los comunistas Eduardo Gallegos Mancera y otros.
A Celso Fortuol lo llamaron ‘Ingeniero del pueblo’ dada su aproximación tan íntima a las necesidades de la gente de las barriadas donde hablaba en mítines concurridos. “Al comienzo me tocaba hacerlo tembloroso” –confiesa antes de admitir que sin embargo, algo debía tener a favor pues en San Agustín alternó en uno de los mítines de campaña donde tomaron parte Rómulo Gallegos y Rómulo Betancourt.
“Sentía miedo pero me gustaba”. Entendió que en la función política hay que dar mucho. Es un convencido de que los malos políticos lo que logran es comprometer el futuro de varias generaciones.
Sociedades como la alemana –“el pueblo más culto del planeta es el alemán”- cometieron errores políticos terribles pagados a costos elevados. Nos expone cuánto perturba en la política el yoismo, “ la enfermedad en la que muy pronto caen los líderes que luego se verán obligados a aceptar gente en su cercanía, menos por sus capacidades que por ser condescendientes con el jefe, con quien manda y ordena, correspondido con la adulancia como única respuesta”.
Para el ingeniero Fortuol, el desconocimiento de principios básicos como saber qué es táctica y qué es estrategia, determina equívocos garrafales en la conducción política e incluso en lo personal. Es preciso tener claro –señaló en parte de la conversación- que a la táctica se recurre cuando hay algo por hacer mientras que estrategia consiste en hacer cuando no hay nada que hacer.
-¿Qué falla en la conducción política nacional?

“El cultivo de los antagonismos”.

La siembra o el cultivo de los antagonismos es un factor negativo con nefasta incidencia en el acontecer inmediato venezolano –comenta quien destaca que lo que extraviamos en la conducción política fue lo procurado en el pasado, cuando los antagonismos, las diferencias, no eran el mayor impedimento para el avance en los proyectos orientados a lograr el bien común.
El temor a avanzar en la armonización de los factores en los que deberían prevalecer las coincidencias en lugar de los desarreglos y desentendimientos, se convirtió en calamidad pública nacional porque si algo tiene de malo el miedo, es dejar de ser –como en efecto lo es- el verdadero constructor de la historia. “¡A veces parece que se le tiene más miedo al diablo que amor a Dios!”.
En la historia de Celso Fortuol figura su papel protagónico junto a Domingo Alberto Rangel –entre otros dirigentes, militantes y amigos del partido- en la fundación (1960) del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la primera ala juvenil que se le desprende a Acción Democrática al comienzo del quinquenio 1959/64 presidido por Rómulo Betancourt. El MIR nace “para hacer realidad un programa claramente antimperialista y antifeudal”.
Figuró entre los miristas que aunque por poco tiempo, estuvo en la guerrilla. Ese movimiento disidente “lo alentó el fidelismo que capturó el pensamiento de muchos en Venezuela como en otras partes. Era el Fidel que proclamó que el pan sin libertad no es pan”.
Sobrevino la decepción y con esta la separación definitiva del activismo político de un hombre en cuya vida ya contaban diez años en la resistencia a una dictadura atroz.
“Me convencí de que la lucha armada no era la vía. Era el sendero equivocado por donde nos metió Fidel…”

IV

Docente en cuatro universidades, Fortuol antepone sus logros propios en lo personal y profesionales a cualquier vínculo con personajes que han hecho historia en Venezuela como Alejo Fortuol, José Gil Fortuol, entre otros distinguidos compatriotas.
Cuatro promociones de ingenieros llevan su nombre porque entre tantas cosas que hacía, jamás descuidó la docencia también a tiempo completo en la UCV, fundar el postgrado en cálculo estructural en la Universidad Simón Bolívar, cofundar la facultad de Ingeniería en la Universidad Católica y trabajar en la Universidad Santa María.
A partir de 1960, hasta ahora, ha estado dedicado a la investigación de la programación electrónica en el campo de la ingeniería estructural. Es el creador de programas inéditos en esta rama.
Cuando a Venezuela no contábamos con más computadoras que la del MOP y alguna otra igualmente de dimensiones colosales debido al espacio físico que ocupaban, nada proporcional a la capacidad y velocidad de procesamiento, Fortuol lograba que se la cedieran aunque fuera durante un fin de semana o los tres días santos, para elaborar programas o hacerlos correr. Era el camino para la lenta construcción de sus afamados programas de cálculo estructural o la resolución de consultas sobre proyectos.
Hernán Méndez introdujo en la entrevista el tema de Celso Fortuol como el ingeniero que toma parte de 1964 a 1984, en el desarrollo de la empresa CYPECA (Cálculo y Programación C. A.), promovida por los colegas Carlos Sosa Franco y Oscar Saiz Arce, Fortuol como el asesor en ingeniería estructural y programación electrónica.
CYPECA llegó a dar ocupación a un centenar de personas de altísimo nivel de creatividad y realización en el área del cálculo en función de proyectos de ingeniería estructural así como de programas cuya invención o perfeccionamiento acaban siendo obra centrada en las excepcionales contribuciones creativas e innovadoras debidas a Celso Fortuol.
Hernán Méndez tuvo el privilegio de ser parte de aquel equipo entre cuyas manos, en la práctica, durante no poco tiempo, pasaron necesidades en materia de computación y programación tanto de entes del Estado como privados.
Hernán Méndez Hernández, cuyo padre fue el distinguido médico e investigador Hernán Méndez Castellanos, preguntó ¿cómo es posible que a pesar de ser de distintas generaciones, usted y mi padre fueron amigos fraternales, coincidir como compañeros en la fundación del MIR, ser solidarios codo con codo en tantas causas de interés social y político primordiales para Venezuela?
“El éxito de uno es lograr convivir con todas las realidades y con la propia realidad”.
No sólo por sus 88 años bien vividos y aprovechados, al entrevistado le ha sobrado tiempo para todo.
“El primer disco que compré fue La Mere de Debussy pero no sólo presto atención a la música académica pues también disfruto la popular”. Por tal cosa puede decirse que el conjunto Serenata Guayanesa nació en su casa pues a la música le ha dedicado tiempo al igual que a leer poesía, estudiar arte, levantar nueve hijos en dos matrimonios
Ingeniero Celso Fortuol, padre de varios de más avanzados programas de cálculo estructural conocidos mundialmente.


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