Similares testimonios de gracia dejaban los turistas al subir a la capital apreciando desde las ventanillas de los vagones del tren, cuánto les deparaba la travesía por la montaña o al trepar en automóvil la vieja carretera de 360 curvas y peligrosos barrancos, aventura bien aceptada por obra de los paisajes al voltear la mirada hacia el mar o penetrar los tupidos bosques tropicales de la serranía cuyo cruce por avión por entre l abra de Tacagua, desde el corazón del óvalo del hipódromo de El Paraíso a una sabana próxima al pueblo de Maiquetía, lo completa en 1914 el aviador estadounidense César Peoli, a quien bien puede atribuirse iniciar el servicio postal aéreo en Venezuela.
69 años antes tuvo lugar el estreno de la carretera que suplantaría al rústico camino español vía los fortines y otros atajos que partían de la Puerta Caracas, en la parte alta de La Pastora, y desembocaban con vista al mar en el sitio conocido como Quenepe, famoso por la fuente de agua pura en el piedemonte de cara al litoral.
Inaugurada por el presidente Carlos Soublette en enero de 1845, seis días más tarde, el 20 de enero, registra el primer tránsito de una carreta transportando mercaderías descargadas en el puerto, destinadas al comercio capitalino, travesía realizada en 10 horas, sin lugar a duda reto menor que el asumido por quienes al hombro, apoyados también en mantas, mecates y mulas, trajeron desde La Guaira el piano con el que presidente José Antonio Páez obsequia a su mujer para ambos deleitarse con la mejor música.
Hace 60 años, con la autopista abierta al tráfico de automotores para circular en 25 minutos sin los tropiezos que salvaría a punta de empeños el camión importado en 1912 por el general Fonseca, amigo del régimen y por esto en capacidad de recomendarle al general Gómez la imperiosa macadamización del camino, Caracas pasó a contar con un trampolín o ascensor entre el Distribuidor Soublette (Pariata) y Plan de Manzano (Catia), ubicación de los peajes de subida o bajada, donde por 2 bolívares podía hacerse uso de la vía expresa de cuatro canales de circulación más el par de hombrillos, isla central, iluminación, tres viaductos imponentes y dos túneles, uno el más largo en la Latinoamérica de 1953.
Obvio que de entonces para acá los turistas se ahorraron la pesadez de tantas vueltas del enrielado o de la vieja carretera que dos ocasiones cruzaba la línea del ferrocarril con data de 1883, del mismo modo que se privan de los impresionantes paisajes que tanto dieron que decir a viajeros con libreta de anotaciones a la mano, luego vertidas a libros.
Sin embargo, las facilidades caraqueñas para el hospedaje de forasteros no eran especialmente grandiosas aun a comienzos de la década de 1950, derrumbado como había sido el Hotel Majestic separado del Teatro Municipal por espacio abierto donde convergía parte del tránsito capitalino de autos, camiones y hasta 1947 de los tranvías. Caracas contaba con pocas habitaciones hoteleras, ninguna con el confort que ofrecería también a partir de 1953, el Hotel Tamanaco, entregado para su gestión a la famosa cadena Intercontinental.
Este nuevo hotel –como en menor medida el Potomac, Astor, Veroes, Conde, Nacional, Waldorf, Comercio-complementó las las calificadas facilidades y seguridad brindadas al visitante por la autopista en cuya construcción nada escatimaron mentes lúcidas, proyectistas, ingenieros, contratistas y trabajadores sin descanso hasta dejar concluida para el 2 de diciembre de 1953 obra magnífica, tan espléndida en tu tipo como el flamante Tamanaco, por mucho el más emblemático de los hoteles caraqueños de la segunda mitad del siglo XX, tanto por la arquitectura, ubicación y calidad de instalaciones.
La secuencia muestra fotografías e ilustraciones alusivas a la vieja carretera Caracas-La Guaira, promoción de las obras de la autopista abierta en diciembre de 1953, patio de uno de los antiguos hospedajes caraqueños, y el hotel Tamanaco días antes de inaugurado hace 60 años.
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