El viernes 15 de julio, el Caracas Sport Club, le fue rendido homenaje al ingeniero Carlos Stohr. Hubo concurrencia masiva de amigos y allegados, concierto, discursos, muestra de dibujos recientes de quien es también cronista gráfico del estado Nueva Esparta, folklorista, un checo integrado a Venezuela que en el curso de todos los años que tiene en el país desde su llegada como adolescente acompañado de sus padres y hermano Tomás, ha recorrido palmo a palmo, tierra adentro, como experto en topografía y proyectos de ingeniería incluida la participación en el urbanismo de llamada originalmente Ciudad Satélite La Trinidad, en el sur este caraqueño, donde reside Carlos, quien poco a poco se ha recuperado de algunas dolencias.
Fue directivo y es amigo, colaborador y donante de la Fundación Museo del Transporte, de la que no deja de estar pendiente y donde se le aprecia como merece.
El tema de los “ruedas altas” en Venezuela lo ha estudiado bien y algunos de sus escritos sobre el asunto los ha publicado la Fundación Museo del Transporte, en particular los que se refieren al de la familia León, como queda dicho en comentarios de foristas, preservado por descendientes de don Germán León, con quien Stohr tuvo buena amistad. Reproducimos algunos de los apuntes que años atrás de Carlos Storh redactó para la FMT, donde aborda el tema de los ruedas altas con detalles del Holsman que ojalá sepan ofrecerle los cuidados que merece. Agregamos las notas de Juan Carlos León Pacheco, publicadas en el blog
“Ruedas Altas en Venezuela
Los vehículos tipo High-wheelers, traducido textualmente del idioma inglés, significa "Ruedas Altas", constituían la clasificación inicial del producto automotor (Autos del Griego: por sí solo; Mobilis-Del Latín: Móvil).
Prácticamente eran los coches de caballo con aquellas ruedas muy altas de madera de 36 a 48 pulgadas de diámetro, un pequeño motor debajo del asiento, dirección de palanca, frenos con acción directa sobre la rueda y una transmisión por correas y cuerdas.
Los High-wheelers no fueron actualizados exteriormente y su producción seguía como si nada nuevo sucediera en sus alrededores. Pero a pesar de todo, estos buggies abiertos cumplieron una etapa muy significativa en la vida de los Estados Unidos de Norteamérica, región donde mundialmente permanecieron por más tiempo en uso y por ende donde la mayor cantidad de los mismos se llegó a producir. De hecho esto se debía a las condiciones poco desarrolladas de las regiones rurales y circunurbanas de este extenso nuevo mundo, mucho más severas que en la milenaria Europa Central. Los artesanos de la época, constructores de carruajes de madera estaban bien familiarizados con la reparación de los mismos. En aquel entonces también se consideraba como ventajoso poder adquirir muy económicamente una máquina de transporte, mecánicamente sencilla, liviana en peso y hábil en el paso por los fangos de las calles y vías en malas condiciones; -aunque no eran nada cómodas. Era lo que el americano consideraba como "práctico".
En su calidad de aparente continuidad de los coches de caballo, no precisaban pagos de licencias ni de grandes patentes y su ensamblaje y fabricación tampoco requería amplios espacios. Todo influía para poder ofrecer el producto por un bajo precio y es así como la adquisición de este primer estilo universal de vehículos permaneció totalmente vigente en los Estados Unidos durante toda la primera década del presente siglo, cuando en cambio en Europa su aceptación general no pasaba del primer par de años desde la aparición de los High-weelers, después de mil ochocientos noventa y tanto.
En la Europa central se parcializaba el público rápidamente por automóviles con características más avanzadas, chasis (bastidor), cauchos neumáticos, frenos más eficientes, volante en la dirección y hasta llegaron a cerrar las cabinas. Eran ya los sucesores del High-weelers, denominados la era de bronce. De pronto en 1912 comenzó a considerarse a los High-weelers como etapa superada, desaparecen del panorama de la fabricación y uso para dar paso a un nuevo producto americano, eficiente, barato y relativamente fácil de adquirir, el Ford Modelo "T" introducido en 1909.
En la categoría de los High-weelers existían básicamente las siguientes empresas fabricantes en los Estados Unidos: Snell; Success (desde 1906 a 1909 por $275; apareció cuando este tipo de vehículos ya estaba olvidado en Europa hace casi 10 años); Schacht (ruedas de 38" de madera con goma maciza), pero tenía un mecanismo de dirección con volante, dos cilindros y 20 PS); De Schaum; McIntyre, Sears “M”, International (cuatro cilindros), Kiblinger, Holsman, Duryea (dos cilindros-boxer) y tal vez incluyamos el Hayes, el King y las versiones bastante similares del Knox y el Zimmermann.
Y en Porlamar, Venezuela, Isla de Margarita, don Germán León, mecánico de profesión posee en estado original no restaurado y en condiciones de funcionar, uno de estos High-weelers. Es un Holsman, deduciéndose que por la transmisión por cuerdas se trata de una de las primeras versiones fabricadas en 1902. En años posteriores empleaban cables y correas.
Tiene su motor original de fábrica, dos cilindros tipo boxer (opuestos), enfriados por aire, la dirección es de palanca, ruedas de 44" y 48" (1,12 MT y 1,22 MT). La fábrica estaba en Chicago, estado de Illinois; funcionaba de 1902 a 1908 con una producción de aproximadamente 900 unidades anuales por un costo de $500 a $600, la mayoría de 2 puestos, con una versión alterna de 4 plazas, como lo es el caso del Holsman Margariteño. Los fanales (faros de iluminación) más bien alertaban sobre la posición del carro ya que proyectaban poca luz. El foco central delantero era un equipo adicional de fábrica adaptado de la Ford. El farito trasero contenía una simple vela.
El ilustre maestro, cronista de Margarita, profesor Jesús Manuel Subero cita: "El 31 de agosto de 1908 se introduce el primer automóvil en la Isla de Margarita, llegó por el puerto de Pampatar en el vapor Nacional Manzanares", refiriéndose a un vehículo de fabricación francesa marca De Dion Bouton, empresa que también montaba bajo licencia sus vehículos en otros paises y suministraba los motores a ensambladuras extranjeras. No se dispone de testimonios que confirmen que se trata del mismo carro. Carlos Stohr.”.
PRIMER AUTOMÓVIL EN MARGARITA
NR: Gracias a Juan Carlos León Pacheco, colaborador de este Museo por intermedio del espacio que mantenemos en facebook, leemos la crónica que se transcribimos dada su importancia noticiosa y material gráfico que la acompaña. Da cuenta de la existencia de un automóvil acerca del cual cierta controversia subsiste en Margarita. Nuestro sempiterno colaborador Carlos Stohr, cronista gráfico de Nueva Esparta, ha recogido varias semblanzas del llamado High Whiller,. El Holsman perteneciente a la familia León, vehículo que, según nos informan varias fuentes confiables, estaría desatendido en un solar no obstante ser el automóvil más antiguo que aún existe en nuestro país mas no el primero traído a Venezuela. Es una reliquia acerca de la cual la crónica de Nicanor Navarro ofrece valiosas contribuciones informativas. El cofundador de este Museo, periodista Guillermo José Schael, reseñó en varias ocasiones en su columna diaria Brújula, publicada en El Universal durante 40 años, este hecho singular de la vida neoespartana pues hasta la familia León lo condujo en cierta ocasión el famoso pediatra Luis Eduardo Navarro, amigo de don Germán León, ya fallecido al igual que el doctor Navarro y Schael. Recordemos que el primer automóvil llegado a Venezuela fue un Cadillac 1904, desembarcado en La Guaira con destino a Caracas, en abril de aquel mismo año cuarto del siglo XX. El Holsman margariteño debió ser un vehículo usado acerca de cuyos pormenores margariteño trata la crónica que corre a continuación:
CRÓNICA DEL PRIMER AUTOMÓVIL EN MARGARITA
Desde la antigüedad, cuando hace su aparición la rueda en la civilización humana, comienza el hombre, inquieto por naturaleza, a buscar incesantemente un medio de locomoción que le permitiera salvar grandes distancias en poco tiempo sin agotamiento alguno. Esta idea lo subyuga; no descansa; sueña; acomete. Así van apareciendo en distintas épocas los medios de transporte terrestre de diferentes formas y estilos.
En síntesis, tratase de encontrar un sustituto de la energía muscular capaz de mover el vehículo por sí solo. O lo que es lo mismo, sustituir los caballos de tiro por un motor.
En ese intenso y lento devenir de triunfos y fracasos en la historia del automovilismo, arribamos a Francia en 1894, 22 de julio, específicamente, cuando se celebra la primera carrera automovilística, ganada por un carro marca De Dion Bouton a la increíble velocidad de veinticinco kilómetros por hora, entre ciento dos participantes.
Y es precisamente un De Dion Bouton el carro reseñado por la prensa margariteña de la época como el traído en el vapor Manzanares y desembarcado por el muelle de Pampatar el 31 de agosto de 1908; el mismo que fuera arrastrado a empilones hasta Porlamar para que el habilidoso de José Isabel León le remendara una pieza que habíasele averiado en el momento del desembarque; el mismo que el maestro Jesús Manuel Subero da como el primero en pisar tierra margariteña y que la familia de Germán León conserva como una joya histórica, no como un De Dion Bouton, sino como un HOLSMAN, según lo afirmara el mismo Germán León en entrevista que le concediera al periodista Alfredo Arismendi, publicada en el Diario "Insular" el domingo 8 de mayo de 1987. En esa ocasión dijo Germán:
—Todavía me recuerdo muy bien. Era muy pequeño, pero sin embargo me recuerdo clarito todo. Es más, como lo afirma el maestro Jesús Manuel Subero, mi papá, José Isabel León, fue quien reparó el carro a su llegada a Porlamar luego de habérsele roto una de sus principales piezas para poder rodar.
— ¿Cómo fue a parar el carro a manos de su papá?— preguntó el periodista.
—José Isabel León, mi padre —respondió Germán— se lo adquirió a un señor pero no me recuerdo por cuánto. Lo cierto del caso fue que el primer dueño del carro modelo original HOLSMAN, de tres bujías, diez caballos de fuerza y tres velocidades: dos hacia adelante y una para atrás, se lo entregó a un amigo suyo para que se lo cuidara. Este, por no poder atenderlo, lo dejó abandonado en un taller y entonces fue cuando se lo ofreció al jefe de mi familia. Por esa razón nosotros lo conservamos como una verdadera reliquia.
¿Sería éste, en realidad, el primer automóvil llegado a Margarita? Lo dudo. Salvo que más adelante el eslabón perdido de este caso me demuestre lo contrarío. Ello porque el dato que he procesado hasta hoy me lo aporta el resto de un expediente en el cual se averigua un accidente de tránsito acaecido en El Valle del Espíritu Santo el 8 de septiembre de 1908, año que se tiene como el de la llegada del primer automóvil a Margarita.
Fundamento mis dudas en las declaraciones del chofer del automóvil implicado en el accidente, persona que no se parece a ninguna de las que Subero dice fueron los conductores de su De Dion Bouton. Aquellos eran, según Subero: Hércules Salem, J. B. Carreño y Rodolfo Bertolucci. El de mi expediente, en cambio, llamábase Francisco Gasson, tenía 23 años de edad para la época, venezolano, mecánico de profesión y vecino de Porlamar.
A él llamó a su Despacho J. Paublini Ri vas, Juez de Porlamar, en la mañana del 10 de septiembre de 1908. En esa ocasión, el amigo Gasson narró lo acontecido así:
—El ocho del presente, día de la festividad de N. S. del Valle del Espíritu Santo, me encontraba en la plaza de la Iglesia y venía en el automóvil para Porlamar conduciendo unos pasajeros, en momentos en que también venía un coche de Porlamar para El Valle; venía detrás del automóvil un muchacho a la carrera para pegarse de él y cuando me abrí para darle expansión al coche, dejando un claro de tres varas entre el coche y el muchacho, quien venía viendo para atrás, el cochero al percibirse del muchacho que venía a toda carrera para hacia el coche, sofrenó el caballo, pero el muchacho, encontrándose entre ambos vehículos, le dio con el pecho a la rueda del coche y por más esfuerzos que hizo para evitar una desgracia no pudo evitarlo, pues el caballo se espantó pasándole el carruaje por encima. En el mismo momento del suceso, el cochero se bajó recogiendo el muchacho y poniéndolo en una casa. Yo seguí mi ruta para Porlamar a conducir los pasajeros que traía.
— ¿No conoce Usted —preguntó el Juez— a los pasajeros que conducía para Porlamar y puede decir si éstos presenciaron el accidente?
—A quien conducía —respondió Gasson— era el Comandante del Resguardo, pero éste no se apercibió de lo ocurrido porque venía bajo del capacete.
A falta de la declaración del cochero, de quien sólo sabemos se llamaba José Félix Rodríguez, transcribimos la del testigo Jorge Nicolás Jiménez, tipógrafo, porlamarense y de quince años de edad en aquellos días:
—El día de la festividad de N.S. de El Valle del Espíritu Santo iba yo para la plaza de El Valle cuando partió el automóvil corriendo varios muchachos detrás; pero venía uno a la par que él y vi entonces a un coche que venía tomando la derecha y dejando la que correspondía al automóvil. Fijé en el coche la vista y vi al cochero que le tiraba a un muchacho con el látigo para que se apartara; éste no atendió y siguió a la par del automóvil; el cochero siguió atendiendo también al automóvil para evitar algún choque. El muchacho que venía a la carrera se precipitó tanto que tropezó con la rueda del coche y cayó; el cochero inmediatamente sofrenó el caballo, pero como era una pendiente y en bajada, por más esfuerzos que hizo no pudo lograr parar el caballo, lo que dio por resultado que la rueda del coche le pasara por encima; y puedo asegurar, como lo puede hacer cualquier persona sensata, que si es otro el cochero el muchacho hubiera sido víctima. En el mismo momento el cochero se bajó del vehículo y junto conmigo conducimos al muchacho estropeado a una casa vecina donde le aplicaron algunos remedios.
— ¿No vio Usted —interrogó el Juez— qué pasajeros conducía el coche y el automóvil?
—El coche —dijo el testigo— iba con un muchachito y en el automóvil venía el General Rugeles, Comandante del Resguardo.
Ramón Espinal Fond también venía en el automóvil, según su propia declaración en torno a este caso. Oigámosla:
—El día de la festividad de N.S. de El Valle del Espíritu Santo venía en el automóvil junto con otros amigos y presencié que iba un coche para El Valle y al llegar cerca del automóvil éste tomó la derecha y el automóvil la suya, dejando un espacio como el de tres varas, observando por la bulla de muchachos que el coche había pisado a uno y después de informado he venido a saber, por informe del mismo conductor del automóvil, que el muchacho que pisó el coche venía corriendo a la par del automóvil sin darse cuenta que venía un coche y al momento de atravesar chocó con la rueda y cayó al suelo pasándole la rueda por encima.
Por último inserto la declaración de la víctima que resultó ser el niño Rufino Díaz, de doce años de edad, sirviente de profesión. Recluido en la molienda de maíz al vapor de Moraos Hermanos, a instancia del Juez, quien lo visitara en la mañana del nueve de septiembre de 1908, relató:
—Me encuentro estropeado y en casa y hoy he venido a saber de que dicho estropeo me lo hizo un coche que me pasó por encima, pues cuando caí me privé por completo. Sucedió que, viniendo del Valle y en frente del Botiquín de Teodora Castro encontramos al automóvil que venía para Porlamar y el coche en que venía José Félix Rodríguez, hijo, (alias Languillo) que iba para El Valle; yo iba en compañía de Andrés Avelino Meneses, pero iba adelante y él por detrás. El automóvil tocó pito, me aparté y no me di cuenta del coche, estropeándome en el acto, no pudiendo dar razón de los demás, pero sí puedo asegurar que el cochero José Félix Rodríguez no tuvo culpabilidad.
Este Rufino Díaz de nuestra historia, con el tiempo, fue popularísimo personaje en Porlamar. Casó con Modesta Jiménez. De tal unión nació Rosario que, como por ironía del destino, se hizo esposa de Germán León. La esquina enclavada al norte del cruce de la avenida Miranda con la calle Marcano, aún se conoce con el nombre de "Esquina de Rufinito", adonde, por décadas, aquél atendiera una pulpería de su propiedad.
Faltaría por aclarar las características del automóvil aludido en mi mutilado expediente. Ojalá que esas características correspondan a las del De Dion Bou ton de que habla el maestro Subero. De no ser así, habría que cambiar el curso de la historia del automovilismo en Margarita, pésele o no a nuestro gratísimo Jesús Manuel Subero.
Del libro, Margarita Bajo Ruedas de Nicanor Navarro.
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