Hasta este momento es el sacudón telúrico más intenso después del que también de noche, se dejó sentir el 29 de octubre de 1900. Por ser día sábado, también en el litoral guaireño o varguense dejó víctimas, tantas como más de 300 entre las contabilizadas en Caracas y las vecindades. Los daños materiales fueron cuantiosos incluyendo el derrumbe en fracciones de segundo de varios edificios de apartamentos dentro de los que quedaron atrapadas numerosas personas.
Localizado el epicentro a 12 kilómetros de la costa del litoral central, la intensidad fue tal que la violencia de la onda rompió los flejes de sujeción de las agujas pendulares, dejando sin registros el sismógrafo del Observatorio Cagigal. El 30 de julio, el Comando de la Armada informó que uno de los submarinos de la flota que navegaba en la latitud Norte 10,39 y Oeste 66,5 a la hora de producirse el suceso, detectó el repentino descenso de la sonda a cien brazas. Anotó el ingeniero José Rafael Domínguez que la opinión oficial apuntó a señalar que el foco del terremoto tuvo lugar en el mismo lugar del que habría dado origen al del 26 de marzo de 1812.
Como se puede apreciar en las fotografías tomadas del libro publicado por el periodista Guillermo José Schael fundado en informaciones de prensa y su trabajo como reportero y jefe de información del diario El Universal, entre la multitud de daños invalorables desde el punto de vista humano como material, entre estos últimos, figuraron numerosos automóviles sobre los que cayeron materiales que se desprendían de los edificios o casas dañadas por el sismo, de la misma manera que se afectaron tramos de la vialidad en diferentes sectores, como lo muestra la gráfica tomada al azar.
Los medios aéreos contaron, como cuando el deslave de 1999. A los capitanes de aviación civil Néstor Salazar Briceño, jefe de búsqueda y salvamento de la Dirección de Aeronáutica Civil del Ministerio de Comunicaciones y Domingo Arias Velasco les correspondió tripular el helicóptero Hiller con que se contaba para operaciones de socorro, como se ve –gracias a la fotografía de Edmundo Gordo Pérez, excepcional reportero gráfico de El Nacional- en plena actuación sobre la Mansión Charaima, en Caraballeda, de los focos más dramáticos en cuanto a vidas respecta.
El terremoto de 1967 tomó a todos por sorpresa como es natural y obvio. ¿Está Caracas actual preparada para atender una contingencia como aquella, con los recursos prestos para si se repitiese, atender semejante calamidad, esto no obstante el desarrollo alcanzado el sistema nacional de Defensa Civil y varias organizaciones no gubernamentales especializadas en acciones de socorro? ¿Ha sido efectivo el control de las municipalidades sobre el cómo se construyen edificios nuevos con pisos agregados y otros atrevimientos o el auge de desarrollos habitacionales en zonas de riesgo? Caben más preguntas como abundan recuerdos desagradables y tristezas que no se apagan.