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miércoles, 26 de octubre de 2011

Sobre José Gregorio Hernández


Puntualmente dos meses de nacido cumplía el 29 de junio de 1919, quien sería fundador del Museo del Transporte de Caracas, Guillermo José Schael González (1919-1989), cuando alrededor de las dos de la tarde fallece víctima de un accidente de tránsito, el Siervo de Dios, doctor José Gregorio Hernández, Santo de los venezolanos. Era el 29 de junio hace 92 años.

Caracas era una ciudad apacible, modesta, austera, de gente laboriosa y pacífica y muchos necesitados. Venezuela era pobre; apenas saboreaba los primeros beneficios de la explotación petrolera. 
No eran muchos pero tampoco escasos los automóviles en circulación por las calles estrechas de la capital de la República cuyo epicentro político estaba en Maracay, en donde residía el general Juan Vicente Gómez, jefe de las Fuerzas Armadas, el cargo que se había reservado para ejercer a plenitud el poder de gobernar al país. 
El servicio de tranvías era clave para la movilización intra-urbana. Unos cuarenta carros eléctricos cubrían las rutas convergentes en la Plaza Bolívar. Subían hasta La Pastora por el Norte llegaban a El Paraíso por el Sur-Oeste, a Santa Rosa en el Este y a Caño Amarillo hacia el Oeste.
¿Qué le sucedió al santo del pueblo venezolano, el venerado doctor José Gregorio Hernández aquel infausto domingo 29 de junio de 1919? 
«Salió José Gregorio Hernández de su casa para atender al llamado urgente de una anciana menesterosa, más o menos a las dos de la tarde sin que hubiera destinado el tiempo para la visita a los pobres en su casa, y sin esperar tampoco a nuestro padre puesto que nos habíamos dado cita para el domingo terminar además de arreglarnos el viaje a Curazao. 
Así, que ese domingo adelantó Hernández la hora de salida después de almuerzo porque le fueron a llamar de la casa de una enferma que vivía cerca; fue a verla, la encontró muy pobre y  él mismo salió a buscar a la próxima farmacia el remedio que le había recetado. Salía ya con el producto cuando intentó atravesar la calle en el momento en que un automóvil que subía de la esquina del Guanábano hacia Urapal, le tiró contra un poste de hierro, el cual fue cortado hace poco.
«¡Virgen Santísima!» -exclamó José Gregorio. Y al dar contra el poste, pegó la cabeza contra el filo de la acera y se le fracturó la base del cráneo.
La señorita Angelina Páez, quien habitaba la casa Nº 29 entre las esquinas de Guanábano y Amadores, y se encontraba asomada a la ventana, vio y oyó a José Gregorio cuando éste exclamó: «¡Virgen Santísima!», y, cuando el automóvil lo tiró contra el poste de la acera norte de la Farmacia o Botica de Amadores, habiendo gritado ella:
«¡Lo mató!»
Esto lo refirió la misma señorita Angelina Páez en la casa Nº 57, de Tienda Honda a Puente de la Trinidad, pocos días después del accidente, en presencia de hermanos y sobrinos de José Gregorio, nosotros entre éstos.
El conductor del automóvil 1918, marca Essex, fabricado en norteamérica por la Hudson, refiriéndose al desgraciado suceso, cuenta en el informe rendido al tribunal por el investigador de la causa: 
«El día 29 del mes en curso, como a la dos de la tarde iba yo manejando un automóvil subiendo de la esquina de Guanábano a la de Amadores. Por delante de mi marchaba un carro de los tranvías eléctricos y como viniera en sentido contrario un muchacho manejando una carretilla, le di paso y seguí marchando tras del tranvía, tomando enseguida la izquierda, aplicando la segunda velocidad y empecé a tocar la corneta, por temor de que por el lado de la calle bajara alguno del tranvía; el motorista al llegar a la esquina de Los Amadores y antes de entrar en la boca calle, quitó la corriente y yo entonces pisé el acelerador para darle un poco de velocidad al carro y embragar la tercera. 
«En el momento en que iba a operar este cambio, vi encima del automóvil una persona, que al pretender esquivar el automóvil, y junto con su acción de hacerse hacia atrás, y como caminar algún tiempo pretendiendo guardar el equilibrio, el cual no pudo conseguir, hasta que, al fin cayó de espaldas»
Añade la narración del chofer:
«Yo entonces detuve el auto y volví a ver si se había parado, pero lo ví en el suelo y reconocí al doctor José Gregorio Hernández, y como éramos amigos y tenía empeñada mi gratitud para con él, por servicios profesionales que gratuitamente me había prestado con toda solicitud e interés, me lancé del auto y lo recogía ayudado por una persona desconocida para mi, y le conduje dentro del auto, sentándose a su lado la persona que me ayudó a recogerlo; y entonces, en interés de prestarle los auxilios necesarios, le conduje, tan ligeramente como pude, al Hospital Vargas, y llamé al Policía de guardia en el hospital, explicándole prontamente lo que me pasaba. Entonces acudió un interno y entre todos le condujimos a la cama de los enfermos, y como en estos momentos no se encontraba ningún médico en el Hospital, fui en el mismo automóvil por el doctor Luis Razetti, encontrándole en su casa, le conducimos inmediatamente al Hospital, y al llegar, un sacerdote que venía saliendo nos informó que ya el doctor Hernández había muerto.
«Quien ayudó a recoger al doctor Hernández y se sentó al lado de éste hasta el Hospital Vargas, dice que llevaba consigo un libro de oraciones. En el trayecto al hospital rezó a José Gregorio las preces y la de la recomendación del alma.
El sacerdote que venía saliendo del hospital cuando el chofer llegó con el doctor Razetti e informó que José Gregorio había muerto, es el presbítero Tomás García Pompa, entonces y por muchos años capellán de dicho instituto, quien impuso a José Gregorio los Santos Oleos y le dio la absolución bajo condición».
El gobierno nacional, para impulsar la causa que llevaría a la santificación del Siervo de Dios por parte del Vaticano, haciendo honor al sentimiento del pueblo que considera su Santo a José Gregorio Hernández, ha declarado el 26 de octubre, “Día de Júbilo Nacional”. Son 147 aniversario del natalicio del doctor Hernández en Isnotú, estado Trujillo, en 1864. En la Universidad Central en 1884, obtuvo el título de Médico en 1888. Gracias a una beca viaja a Europa para estudiar en París donde se preparó con profundidad en Microbiología, Histología Normal, Patología, Bacteriología y Fisiología Experimental. De vuelta al país, trae a Caracas equipos para los laboratorios del Hospital Vargas. Eso fue en 1891 iniciandose como docente en la Universidad Central de Venezuela. Dicta las cátedras de Histología Normal y Patología, Fisiología Experimental y Bacteriología. Fue nombrado director del Laboratorio Nacional, haciendo de éste «una copia exacta del de la Escuela de Medicina de la Universidad de París» -recuerda Oscar Yánes quien agrega que el doctor Hernández se dedicó a la docencia, el ejercicio profesional y a la práctica religiosa. Fue profesor desde 1891 hasta 1916. Cuando al volver a Venezuela tras los estudios de medicina en Europa y pasantía por una cartuja, el doctor Hernández tuvo oportunidad de viajar en ferrocarril, no sólo entre La Guaira y Caracas sino también para visitar su tierra natal pues hubo un tren que desde las orillas del Lago de Maracaibo, recorría parte del estado Trujillo.
Los venezolanos veneramos a José Gregorio Hernández por sus virtudes como médico y por su vocación religiosa. Por los milagros que se le adjudican con sobrados motivos. Sabio compatriota, Venerable por resolución del Vaticano. Santo del pueblo de Venezuela.





Exxex como el que atropelló al doctor Hernández en esquina de Urapal, la Pastora.

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