Los
caballos, jinetes y técnicas ecuestres comenzaron a ingresar en el Nuevo Mundo
al iniciarse el siglo XVI.
"En
la Isla La Española –refiere José Oviedo y Baños (militar-historiador, Bogotá 1671-Caracas 1738) ni en parte
alguna de estas partes (se refiere a la recién descubierta América), no avía
caballos é de España se trajeron los primeros, é primeras yeguas"...
"No había res
de cuatro pies, ni alimaña de los de acá: pudieron ver en cuantas islas fueron
desta vez descubierta" –leemos en la historia de los Reyes Católicos
debida al Padre Andrés Bernáldez.
Tenemos pues que
los caballos españoles traídos por Colón son los que dieron origen a todas las
razas de América. La primera importación al Nuevo Mundo, fue de 30 caballos
desembarcados en isla La Española, hoy compartida por los países República
Dominicana y Haití.
En el
segundo viaje del Almirante Colón, en 1493, llegan desde España a la isla La
Española, los primeros ganados que pisaron tierra americana: caballos, asnos,
vacas, bueyes y mulares –precisa Julio De Armas en una revisión de la historia
de la ganadería en Venezuela.
De La
Española se organizó la distribución del ganado hacia el resto de la América,
desde la región del Caribe, Centro y Sur América. Allí llegó y de allí salió
entre el ganado mayor, el caballo como elemento de guerra y de transporte
"que a galope tendido recorrió las costas y traspuso montañas".
En
1498 -tercer viaje de Colón- desembarcaron el mayor número de caballos, yeguas,
parejas de asnos y parejas de vacunos, atendiendo las disposiciones reales que
impartió la Reina Isabel quien en función del establecimiento de la agricultura
distinta a la de los indígenas, ordenó parejas de asnos con que se puedan
labrar las dichas Indias –reza en el texto.
El
médico y ganadero guariqueño Julio De Armas (1908-1990)menciona que una tormenta tropical arrasó en
1505 con el ganado existente en La Española. Apunta que la nao de Alonso de
Núñez trajo al poco tiempo otras parejas de burros a La Española. Desde
entonces comenzó la cría y a los diversos tipos de ganado los distribuyen con
mayor rapidez.
José
Antonio Giacopini Zárraga (Caracas, 1915-2005), en uno de los pocos escritos
por tan erudito conversador que figura entre los mejores conocedores en
detalles de la historia política, petrolera, equina y de las armas en nuestro
país, destaca que el envío de caballos a América estuvo muy controlada pues el
retiro de los árabes significó que se llevaran consigo de España mucho ganado
caballar.
Además,
las guerras de Italia exigían un esfuerzo continuo de remonta el cual
representaba la salida de caballos al exterior. Menciona la proliferación de la
cría de mulas para fines de carga o de tracción, lo cual restaba vientres y
descendencia a la especie caballar. Tales configuraron la situación que hizo de
los caballos algo en extremo preciado y costoso en los territorios del Nuevo
Mundo, en cuyos ambientes tropicales, sufrieron un proceso de adaptación degenerativa,
perdiendo talla y corpulencia, pero ganando en cambio rusticidad y resistencia
para vivir y trabajar bajo condiciones adversas de clima y alimentación.
Una
vez arraigado en América, el caballo cambió la condición de mundo pedestre.
Giacopini afirma que fue en ese mundo de a pie donde los jinetes de la
conquista hicieron sentir su superioridad, y para mantenerla se pusieron en
vigencia mandamientos reales prohibiendo al indio montar a caballo. De tal modo
que éste sólo pudo hacerlo –y convertirse en jinete consumado- en aquellos
lugares apartados donde no llegaba la acción de las autoridades de la Colonia y
donde además existían caballadas salvajes que le servían como una magnífica
remonta natural.
Ganado equino en Venezuela
En cuanto respecta
a Venezuela, la llegada en forma más o menos intensiva comienza con ejemplares
llevados en 1527 a Coro aunque bastante antes había comenzado la llegada de
algunos equinos destinados a apoyar la fundación de los primeros asientos y
establecimientos en el Oriente de nuestro país, desde la fundación de Nueva
Cádiz en la isla de Cubagua –anota Giacopini Zárraga- quien agrega los
establecimientos de los dominicos en la región de Cumaná, las expediciones
posteriores a la misma zona de Gonzalo de Ocampo en 1520, y las actuaciones de
Fray Bartolomé De las Casas u Jácome de Castellón en 1522. Hacia occidente, el
ganado caballar llega con Juan de Ampíes en la fundación de Santa Ana de Coro
en 1527, donde seguirá introduciéndose en gran número y por la misma vía cuando
a partir de 1528 se estableció allí el gobierno de los adelantados alemanes
conocido como el gobierno de los Beldares.
A lo
largo del siglo XVI encontramos la participación del caballo en las
expediciones de descubrimiento y penetración del territorio con la consiguiente
lucha contra el indio, y en la fundación de los primeros pueblos.
Dicen
los cronistas, que ya para esos tiempos en la región de El Tocuyo y otras zonas
vecinas de Lara, particularmente hacia Carora, se criaban muy buenos caballos.
Aclara Giacopini que el caballo que vino originalmente a Venezuela no llegó
sino en contados casos, directo desde España.
Es
indudable que los capitanes de la conquista eran excelentes jinetes. Menciona
Giacopini a ese personaje de fábula que figura en la historia de Caracas, nada
menos que Alonso Andrés de Ledesma, quien para enfrentar al pirata Amías
Preston, en 1595, no obstante la avanzadísima edad del personaje, monta a
caballo y carga con su lanza sobre los invasores quienes le dan muerte aunque
admirados de su valor, por lo que lo entierran con todos los honores.
Concluida
la conquista, el periodo de colonización entre lo característico, las primeras
fases de la cría de vacunos y caballerías, particularmente en la región de los
Llanos, donde ya en 1585 había fundado Sebastián Díaz de Alfaro, en lo que
sería hoy Alto Llano de Guárico, la población de San Sebastián de los Reyes,
epicentro de la formación de los primeros llaneros de Venezuela.
El
llanero aparece en la guerra de Independencia primero al servicio del Rey en
los ejércitos de caballería de Boves y Morales, más tarde con Páez a la cabeza
de una legión caballerías de jinetes naturales que tuvieron en lo militar un
poder determinante tan grande que la suerte de la Independencia se inclinó
hacia el lado del cual ellos estuvieron. El general español Pablo Morillo llegó
a contar con 2.200 hombres de a caballo.
Lo jinetes
determinaron el poder militar que acompaña al Libertador Simón Bolívar
–completo jinete- hasta Ecuador y Perú. En 1814, los generales patriotas José
Tadeo Monagas, Santiago Mariño y José Laurencio Silva, concentraban en Calabozo
3.200 hombres de caballería. Durante la Guerra Federal - (20 de febrero de 1859-24 de abril de 1863)- uno
de los ejércitos dispuso de 3.500 hombres a caballo. A finales del siglo XVIII
teníamos en América unos 145 mil caballos.
La guerra de
Independencia significó la disminución considerable de ejemplares.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, además de puntero en la guerra de independencia, el caballo fue clave en la agricultura al igual que como medio de transporte terrestre por excelencia.
Sin embargo, a lo largo del siglo XIX, además de puntero en la guerra de independencia, el caballo fue clave en la agricultura al igual que como medio de transporte terrestre por excelencia.
La mula
Los
arreos fueron durante 300 años instrumentos clave del transporte. Un arreo de
mulas –caballo con burro- consistía en ocho bestias y el arriero. Este último
se ocupaba de cuidar los animales, las cargaba y descargaba, cubriendo cada
bulto con lona, para que no sufriera por lluvia en el camino; a las mulas
colocaba un bulto a cada lado de su lomo, protegido por una enjalma y se
acostumbraba pagar lo mismo por un bulto de 15 kilos, como por el peso máximo
posible, que en algunas partes era casi 60 kilos.
A las
mulas de silla solían ponerle nombre como a los caballos de carrera –refiere el
agente viajero Otto Gerstl. Aun en los años veinte del siglo XX, la mula era
como el automóvil propio. Un ejemplar fino con un buen pasillano -o modo de
andar con más comodidad en viajes largos-, tenía muy buen precio en el mercado.
Las mulas de carga valían cuatro o cinco morocotas -pieza de oro de 20 dólares
ó 104 bolívares. Pero, una de silla, llegaba a costar hasta 20 morocotas e
incluso más.
Carreras de caballos
Existen
registros que dan fe de la presencia de pistas para correr caballos y jinetes
profesionales incluso extranjeros, en la región de Guayana. En algún modo tales
hechos marcan los orígenes del turf venezolano
con las competencias de caballos que tuvieron lugar en Ciudad Bolívar.
Sin
embargo, será en 1881 cuando se iniciaron formalmente las jornadas hípicas en
Caracas, por excelencia epicentro de la hípica nacional. Sin negar la posible
existencia de otros óvalos privados, oficialmente es el hipódromo de Sarria, primero
en la capital de la República, punto de partida de historia plagada de magnos
acontecimientos reseñados, entre otros
cronistas, por el periodista José Rafael Ball.
Existen
testimonios menos conocidos según los cuales en la zona de Puente Hierro hubo
un óvalo donde corrieron equinos.
En tiempos
de la presidencia del general Joaquín Crespo, exactamente en 1896, se incrementó la pasión por el
deporte-espectáculo por lo cual hizo concretar el proyecto del primer hipódromo
debidamente organizado, el de Sabana Grande, inaugurado el 1 de marzo de ese
año, casi dos años después de proclamado Presidente de la República por el
Congreso y somtido a la exigencia de contratar un empréstito destinado a
solucionar el problema de las obligaciones pendientes con las empresas
ferroviarias, uno de los cuestiones heredadas del general Antonio Guzmán
Blanco.
Ese
hipódromo, estuvo ubicado en el sector Las Delicias, detrás de la iglesia de El
Recreo y por debajo de donde levanta el edificio la Policlínica Santiago de
León al Norte de la avenida Solano. Dio pie a hablar de hipismo nacional.
Entre
los entusiastas de las carreras en Las Delicias de Sabana Grande figuraron el
pintor valenciano Arturo Michelena -quien nos deja preciosa estampa donada a la
GAN como parte de la colección Otero Silva-, Gustavo J. Sanabria, Charles Röhl,
Edgar Ganteaume, Francisco Sucre, John Boulton, Herman Stelling, Carlos Stelling,
Alberto Smith,…
Sin
embargo, en Las Delicias sólo se corrieron tres temporadas entre 1896 a 1899.
El 9 de febrero de 1908 inauguraron el hipódromo de El Paraíso, con
triunfo del caballo Ursus, de Eduardo
Montaubán, quien cobró 435 bolívares como premio al ganador.
El
primer presidente de este hipódromo fue Gustavo J. Sanabria. En principio la pista fue de 1.100
metros pero en 1932 fue extendida a
1.450 metros y algunos años después a 1.600 metros. Igualmente hasta el
año 32 se estuvo corriendo hacia la derecha. La tribuna principal fue
desmontada en Las Delicias para reinstalarla en El Paraíso. Buenos jinetes y
preparadores garantizan la calidad del espectáculo.
Desde
el óvalo de El Paraíso despegó el 29 de septiembre de 1912 el avión pilotado
por Frank Boland, primera demostración en Venezuela del vuelo controlado de una
nave más pesada que el aire. El centro del óvalo hípico lo emplearon hasta
finales de la década de 1940 como campo de aterrizaje ocasional de aeronaves
militares.
En
1959 abrió sus puertas el coso de La Rinconada, hermoso conjunto para cuya
edificación nada fue escatimado. Catalogada como obra suntuaria del régimen de
Marcos Pérez Jiménez fue concebida muy adecuada a exigencias del pueblo amante
de la hípica, espectáculo del cual participaban emocionadas democráticamente personas
de todas las condiciones sociales incluso, también como propietarios de
caballos, trabajadores organizados para tomar parte con su ejemplar de
carreras. Fuente de trabajo innumerable alrededor de la vida hípica incluyendo
las apuestas mediante los formularios del juego del 5y6, parte esencial del
sueño de beneficiario de la fortuna súbita que palpita en millones de
venezolanos.
En Maracay
hubo hipódromo. En Valencia y Maracaibo hay carreras cada semana al igual que
en La Rinconada alimentadas desde haras en donde con cruces, nacen y crían
ejemplares de categoría, algunos campeones o craks no sólo valorados localmente.
Alfredo Schael
Hipódromo de El Paraíso hacia 1900.
Jinete y caballo de carreras pintado por Arturo Michelena, famoso artista amante de la hípica en Caracas.
Vista parcial del hipódromo de Maracay (c1913).
Tres temporadas corrieron en el hipódromo de Sabana Grande donde nació la hípica nacional organizada.
Portada del nuevo libro de Ramón J. Velásquez.
La suerte de miles de venezolanos cada semana supeditada a los datos de las revistas especializadas.
Meta del óvalo de El Paraíso a mediados de 1950.
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