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lunes, 24 de febrero de 2014

El S.S. Maracaibo y Curazao se cuida sola

Estaban en Curazao respaldados desde Moscú por cien dólares, Gustavo Machado, fundador del Partido Revolucionario Venezolano en México –junto a Salvador de La Plaza y otros adversarios de Gómez–, todos de ideología marxista y contrarios al caudillismo, cualquiera que fuese su bandera. Su misión en Curazao era articular un sindicato entre los obreros de las unidades petroleras, organización que se llamará Unión de Trabajadores. Para la acción militar se aceptó la cooperación de Rafael Simón Urbina, quien estaba en Panamá. Una vez que éste llegó, prepararon el movimiento en el cual tendrían figuración de primer orden también Guillermo Prince Lara, Gustavo Tejera, el capitán Alcalá, Miguel Otero Silva, José Tomás Jiménez Arraiz, Pablo González Méndez, Ramón Torres, el general Manuel Angulo,… se apropian del parque y capturan el vapor norteamericano Maracaibo de la Red Line llevando a bordo como rehenes al gobernador de Curazao Fruytier, al comandante de la guarnición militar y a varios soldados, con el objeto de dirigirse a las costas de Falcón.

Valga el tributo de Argenis Martínez, periodista y escritor, refiriéndose en específico a Miguel Otero Silva, cuando apunta en nota biográfica publicada en El Nacional: “MOS sale al exilio en el 28 a cruzarse de brazos. A los 21 años, al atardecer del 8 de junio de 1929 participa en el famoso asalto a la isla de Curazao, con Gustavo Machado, con Urbina, un caudillo anacrónico, y algún centenar de los venezolanos que trabajaban en las refinerías petroleras. Miguel está entre los que esa misma noche invadieron la tierra venezolana, tropezando con una fuerza militar que los obligó a regresar a la isla; a partir de entonces, se queda en el destierro. No más juegos de azar. Invadir la Venezuela de Juan Vicente Gómez era más que una temeridad, mucho más si quienes lo intentaban era un grupo desprovisto de todos los recursos bélicos más elementales”.

Para esta aventura revolucionaria del año 1929, se recurrirá al empleo del viejo vapor (1888) mercante estadounidense Maracaibo, propiedad de la Red-D Line.

Quizá no exista a quien abunde en detalles acerca de esta empresa antigomecista, como la crónica ofrecida por Hans Joachim Marseille, de la cual extraemos párrafos cargados de invalorables precisiones acerca de los hechos violentos que tuvieron lugar a partir del sábado 8 de junio de 1929 cuando “alrededor de las 9 de la noche, dos camiones con 45 hombres (unas fuentes dicen 39, otras 50), armados sólo con machetes y pistolas automáticas, entraron en el Waterfort, fortaleza ubicada en la entrada del puerto de Willemstad (hoy parcialmente demolida). Increíblemente, la puerta principal estaba abierta, por lo que entraron al fuerte sin dificultad. En el fuerte se encontraban 26 policías y 9 efectivos militares, los cuales fueron tomados por sorpresa.

“Una vez en el fuerte, los atacantes se dividieron en grupos: uno entró en el comedor del fuerte, arrestando a todos los presentes e hiriendo a un sargento, quien murió al día siguiente; otro grupo se mantuvo afuera, dominando a los efectivos que se encontraban en la sala principal del fuerte; un tercer grupo irrumpió en los dormitorios. Otro grupo violó la entrada del arsenal del fuerte y se apoderaron de la totalidad del armamento y munición del mismo: encontraron 197 rifles, 4 ametralladoras, 1 binocular, 38 pistolas, 75 klewangs (un tipo de machete hecho en Indonesia), 7.000 balas, 150 granadas y 4 baterías costeras; además robaron algunos machetes y 3500 florines de la Oficina de Inmigración de la isla.

“El comandante de la guarnición de la isla, capitán A. F. Borren, fue avisado por teléfono y acudió al fuerte, siendo tomado prisionero por Urbina. Éste le asegura que, si se le permitía escapar con el arsenal tomado, no tomarían ninguna represalia contra los prisioneros del fuerte; de lo contrario, provocaría un incendio en la refinería. Borren alegó que la decisión no correspondía a él, sino al Gobernador de las Antillas Holandesas, Leonard Fruytier.

“Alrededor de las 11:30, Urbina, Borren, cuatro hombres armados y un traductor acudieron a Fort Ámsterdam, la residencia del gobernador. Éste garantizó la seguridad de los insurrectos, e incluso ofreció un buque mercante de bandera holandesa para la travesía de vuelta a Venezuela, a lo cual Urbina se negó rotundamente; sin embargo, éste pidió zarpar en el vapor Maracaibo, de bandera estadounidense, que se encontraba en el puerto. Repitió la amenaza de incendiar la refinería, si el gobernador se negaba a cooperar. El gobernador accedió a las demandas de Urbina.

“Mientras esto ocurría, Urbina ordenó la captura del cónsul venezolano Leyva para ejecutarlo, pero no pudo ser localizado; sin embargo, de acuerdo con lo narrado por Urbina años más tarde, durante la furiosa búsqueda del funcionario, la suegra del cónsul murió producto del shock que le creó la repentina irrupción de los hombres armados, mientras que la esposa del cónsul, que estaba embarazada, tuvo un aborto espontáneo.

“A la medianoche, Urbina, Machado y sus hombres abordaron el Maracaibo. Además de los asaltantes originales, se sumaron a la expedición algunos trabajadores de la refinería local, llevando el número de hombres a aproximadamente 140. Llevaban como rehenes al gobernador Fruytier, al capitán Borren y a tres militares holandeses, para prevenir un ataque. Luego de amenazar al operador del puente Reina Emma (a la entrada del puerto, el buque puso proa a las costas venezolanas, específicamente al puerto de La Vela, en el estado Falcón. Al llegar a dicho puerto, Urbina ordenó matar a los rehenes, pero Machado se negó y lo persuadió de dejarlos con vida y que regresaran en el mismo vapor a Curazao; Machado, muy inteligentemente, consideró que el homicidio de un alto funcionario extranjero sería inútil e innecesario, ya que el plan andaba a la perfección.

Una vez que el vapor abandonó la costa venezolana, el gobernador Fruytier telegrafió inmediatamente al gobierno venezolano para alertarlos de la situación y poder tomar las medidas pertinentes. En efecto, el cable fue recibido por el Presidente del Estado Falcón, general León Jurado, quien luego de avisarle a Gómez de la situación, envió a un grupo de soldados al mando del coronel Agustín Graterol para interceptar a los insurrectos.

“El plan de Urbina y sus hombres fue destrozado por las fuerzas de Graterol, que dividieron a los revolucionarios y éstos fueron derrotados fácilmente. Urbina, Betancourt, Machado y Otero Silva lograron escapar a Colombia”.

Existen referencias a que el por primera vez el gobierno de Gómez convocó a los distribuidores de camiones para atender las necesidades de las tropas del coronel Graterol a las órdenes de León Jurado, en la persecución de los invasores que con Urbina a la cabeza estaban dispersos en la sierra falconiana en franca búsqueda de escape, en lo posible para lograr traspasar la frontera occidental.

Hans Joachim Marseille considera que en los Países Bajos, la noticia de la toma del fortín curazoleño y el secuestro en el Maracaibo por subversivos venezolanos del gobernador de Curazao, tuvo mayor importancia que la dispensada en Venezuela, en parte porque el sometimiento de la prensa contribuyó a que así fuese al dispensar trato marginal y confinar el suceso a un evento más bien regional falconiano.

En cambio, en Holanda, “la opinión pública, aparte de acusar al gobierno de Venezuela de ‘ser responsable de los desórdenes de Curazao por desidia manifiesta y sostenida’, la peor opinión se la llevaba el propio gobierno holandés, por haber dejado desguarnecidas las Antillas Holandesas y desprovistas de una guarnición permanente y de buques de guerra auxiliares para reforzar la seguridad de las posesiones de ultramar. Así, en septiembre de 1928, el gobierno envió a Curazao al recién comisionado destructor HNMS Kortenaer, con 160 soldados de la Real Infantería de Marina a bordo”.

“En Curazao, pocos días después del incidente, muchos ciudadanos se ofrecieron como voluntarios para la defensa de la isla. Esto motivó la creación del Cuerpo de Voluntarios de Curazao (en holandés Vrijwilligers Korps Curacao, VKC) en Willemstad, el 23 de junio de 1929, bajo el mando de Carlos N. Winkel, con originalmente 200 voluntarios. El cuerpo se mantuvo como principal guarnición de defensa de la isla hasta la llegada del Kortenaer a puerto…”.

Siendo buque muy reciente, moderno y con poder de fuego apreciable, el Kortenaer fue mantenido para resguardar las neerlandesas vecinas a Venezuela hasta poco después del comienzo de la guerra mundial. El almirantazgo de La Haya lo envía a las posesiones del Reino de los Países Bajos en Indonesia y toma parte en la batalla de Java, donde el 27 de febrero de 1942 un torpedo disparado por el crucero japonés Haguro, lo avería de tal modo que se hunde, siendo recogidos 113 hombres de los 153 que había abordo, por un destructor estadounidense.

Cargaba poco más de treinta años de vida cuando el ya considerado por la Red D-Line “envejecido” vapor Maracaibo, lo venden en 1930 a los Krausse propietarios de una línea de vapores costaneros y del ferrocarril de Carenero.

Le restaban casi diez años de vida al ferrocarril que corría entre Coro y La Vela, empresa de capital extranjero, estadounidense para mayores señas, promoción del vigoroso grupo económico que le dio vida a la ciudad portuaria tan ligada a la gesta emancipadora. La idea del ferrocarril comenzó a tomar forma en 1897 pero apenas se sostuvo operativo hasta 1938. Que se sepa, ese tren no fue contemplado en los planes de los invasores del año 29 como tampoco fue empleado por las fuerzas del gobierno las cuales, como se hizo, a las órdenes de Léon Jurado, recurrieron a camiones para mover tropas en las zonas falconianas hasta donde persiguieron a los subversivos.

S.S. Maracaibo
Destructor HNMS Kortenaer
Willemstad hacia 1925.
Calle céntrica de La Vela de Coro