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miércoles, 21 de diciembre de 2011

domingo, 18 de diciembre de 2011

Champaña en las fuentes del Orinoco


Están próximas a aparecer publicadas unas nuevas memorias de la expedición que hace seis décadas llevó hasta las fuentes del Orinoco al grupo de venezolanos y franceses que precisa el nacimiento del majestuoso río. Está situado casi en el extremo Sureste del para entonces llamado Territorio Federal Amazonas.
La autora del libro es Julieta Salas de Carbonell, esposa del doctor Luis Carbonell, integrante de la expedición de 1951, único sobreviviente al menos del equipo que partió de Caracas, él como médico.
La expedición estuvo comandada por el mayor del Ejército, Franz Rísquez Iribarren, quien en 1962 presentó su libro Donde nace el Orinoco, recuento detallado de aquella fantástica empresa.
Con motivo de los 60 años del descubrimiento de las fuentes del río padre, en los espacios del Centro de Estudios Rómulo Gallegos, en Altamira (Caracas), fue abierta una exposición con registros interesantes relacionados estrechamente con la expedición y sus logros así como objetos y documentos que ubican al visitante en el contexto del acontecimiento que involucró esfuerzos de franceses y venezolanos.
Por ejemplo, el recorte de prensa firmado por el periodista Eloy Enrique Porras, fechado el 10 de noviembre de 1951, en pleno avance hacia la meta por ríos y selva inexplorada: “Uranio busca expedición franco venezolana en el Orinoco”.
Miguel Acosta Saignes, acrisolado intelectual estudioso de nuestras étnias aborígenes y la negritud, escribía en El Nacional acerca de la proyección que habría de tener aquella empresa cuando se concretada el proyecto y analizaran sus resultados.
El catálogo de la exposición ofrecida en el Celarg gracias a la Embajada de Francia, Alianza Francesa y la petrolera Total, figuran textos que en pocas palabras resumen la experiencia franco-venezolana de 1951 en el Amazonas. 
Aunque lo admitido es que llegar a las fuentes del Orinoco fue iniciativa del coronel Carlos Delgado Chalbaud en su carácter de presidente de la República (noviembre de 1948/noviembre de 1950), se atribuye a los galos Marc de Civrieux y René Lichy, promocionar el proyecto a diferentes instancias gubernamentales locales a partir de 1949. Se les unieron otros franceses hasta cuando el gobierno nacional asume la idea y dispensa el apoyo necesario. Desde París, la respalda el presidente Vincent Auriol.
Sobre medios de transporte empleados, refiere una de los artículos contenidos en el catálogo de la exposición:
“Una cuarentena de hombres, muchos de ellos indígenas, sirvieron de marinos, cargadores, asistentes científicos, etc. Sin su aporte, el grupo jamás hubiera logrado el objetivo… En un principio, se había previsto que la expedición duraría 90 días, sin embargo la aventura se prolongó 7 meses” –escribe Diana Lichy antes de indicar que en “La Esmeralda se organizó el campamento de base nº 1. Se transporte en dos aviones 16 toneladas de material. De allí sale un primer grupo, llamado de avanzada, el 13 de julio, el segundo grupo, sale el 20 de julio y el 6 de agosto el grueso de la expedición remontando el Orinoco. Son una cuarentena de embarcaciones, la mayoría de ellas bautizadas con llamativos nombres, como Amor Salvaje, o con nombres de las estrellas de la época: Gloria Marín, María Antonio Pons, Ninón Sevilla, La Tongolele.
Siempre hay un grupo que parte en avanzada, en una curiara liviana, compuesto por Anduze, Carbonell, Cruxent, Butrón y algunos marineros. Luego llegaba el resto del equipo o la escoba como lo llamaba el mayor Rísquez” –narra Diana Lichy quien apunta:
“Varias veces por día tienen que vadear los raudales o las caídas de agua, para ello deben sacar del agua las curiaras y los bongos, algunos pesando hasta 1500 kilos, descargar las embarcaciones, abrirse camino en la selva con el machete, avanzar penosamente durante horas en medio del barro y transportar la carga en varios viajes…En particular a los científicos, les abruma la disciplina castrense impuesta por el mayor Rísquez, a la que no están acostumbrados”.
La leyenda de una de las fotografías exhibidas advierte que mover 10 metros una de las curiaras podía implicar  varias horas de esfuerzos entre varios hombres.
“El paso por los saltos o raudales, enfrentados a las corrientes, muchas veces termina por el vuelvo o pérdidas definitiva de ciertas embarcaciones, incluyendo con ello, el material recolectado, así como instrumentos  de trabajo, alimentos o la ropa de algunos expedicionarios” –agrega Lichy refiriéndose a la marcha en pos de las fuentes del Orinoco al ritmo de unos 7 kilómetros por día pues en el relato, más adelante, apunta que ya de regreso hacia La Esmeralda, en el raudal de Bobadilla, la curiara del mayor Rísquez, se volcó y perdió totalmente lo cual determinó la pérdida de todo cuanto traían fruto de la recolecta de muestras geológicas, etcétera.
“…la embarcación de Rísquez, demasiado cargada, se vuelca y se destroza. Carbonell consigue llegar a salvo a la orilla. Rísquez, calzando pesadas botas y casco con mosquitero, debe ser socorrido por Raúl Silva, justo antes ce ser arrastrado por un remolino…”.
Según el relato de Diana Lichy, Rísquez se armó con toda la gasolina que había dispuesta para los motores de las embarcaciones restantes y arranca rumbo a La Esmeralda, sin mediar explicación. Quedó el resto sin combustible por lo cual las curiaras y demás naves de la expedición para su regreso, lo hicieron contando apenas con la fuerza de la corriente aguas abajo.
Todo sugiere que atrás había quedado el alborozo reinante cuando el 27 de noviembre el grupo de tres hombres llega a hasta donde propiamente nace el río Orinoco. Lo determinan con matemática precisión. Eso ocurrió el 27 de noviembre.
Como convinieron los tres de la avanzada antes de partir del campamento, unas tres horas después sonó el disparo que daba el anuncio del logro esperado. El trío privilegiado se encontraba a 1047,35 metros de alturas sobre el nivel del mar, longitud 63º21’42’’, latitud 2º19’05’’.
Sin embargo, no obstante las incomodidades y desagrados surgidos entre los expedicionarios, los frutos de la jornada que culminó el 27 de noviembre de 1951, fueron festejados nada menos que con champaña. La envió Alfredo Boulton.
Como se muestra con fotografías originales expuestas en el Celarg, al conocerse en Caracas la noticia, el Ministerio de la Defensa despachó el 1 de diciembre un Douglas C-47 de la Fuerza Aérea Venezolana el cual sobrevoló el campamento para arrojar bastimentos solicitados además del inesperado champán obsequio de Boulton.

Leyendas

1. En un raudal, luchan por defender la curiara en medio de furiosas aguas. 2. Portada del catálogo de la exposición en el Celarg dedicada a los 60 años de la expedición franco-venezolana que descubre las fuentes del Orinoco en el Territorio Federal Amazonas. 3. Douglas C-47 de la Fuerza Aérea Venezolana. Estos aviones sirvieron como apoyo clave para transportar por aire desde Caracas a La Esmeralda, el personal, equipos y abastecimientos. Y, el 1 de diciembre de 1951, lanzar sobre el campamento la champaña para celebrar el descubrimiento del sitio donde nace el río Orinoco.