Llena vacíos un libro extraordinario que termina de publicar la Armada Venezolana, obra del capitán de navío Jairo Axel Bracho Palma.
Excepcional por el ensayo histórico que conduce al
lector a través del desarrollo de la navegación en esta región de América pues
lo remonta a la exaltación de la curiara como medio de los aborígenes Caribes,
Arawacos y Cuicas hallados en el más absoluto dominio de sus embarcaciones
artesanales a lo largo de nuestras costas y ríos a partir de 1498 para cerrar
textos y fotografías con las modernas naves incorporadas en décadas recientes y
el actual proceso de renovación de nuestra capacidad defensiva dentro del
amplísimo litoral y mar cuya protección está a cargo de los marinos
venezolanos.
Iconología
Naval Venezolana, la Imagen y el Símbolo en 200 Años de Historia es el título nada pomposo por tratarse de un trabajo el cual posee
además del valor de ofrecer decenas de fotografías, la mayoría inéditas, una
peculiar exaltación nuestros hombres de mar como sujeto inexorablemente unido a
toda esa evolución que con altibajos, ha experimentado la marina de guerra de
nuestro país.
Resulta del mayor valor y sentido hallar frente a
la cronología que registra grandes eventos, el retrato y la referencia a las
tareas que permiten resaltar la personalidad de unos doscientos oficiales
marinos de guerra y colaboradores. La
sola tarea de localizar la ficha de cada uno de los reseñados para extraer datos
y la fotografía oficial, es encomiable.
Ha traído Bracho Palma a colocación como lo
merecen, no solamente a los héroes navales y jefes de ayer a hoy. Se ocupó de
los marineros que atendieron aspectos técnicos en las salas de máquinas,
timoneles, estacionales de radio y telegrafía, talleres, el astillero,… La
gente sobre la quienes pasan los historiadores que enfocan la mirada hacia los
prohombres ignorando aquellos que hacen posible el funcionamiento de máquinas,
disparo de los cañones, al remero, el marinero raso,…
El capítulo de cierre titulado El Poder de la Voluntad, resalta un grupo que será completado con
nuevas biografías de hombres como
Antonio Mijares Palom, Enrique Domínguez García, Julio César Lanz castellanos,
Fernando Díaz, los aprendices de máquinas Oscar Ghersy Gómez y Ramón Rivero
Núñez, y el guardiamarina egresado en 1929, Ricardo Sosa Ríos.
Advierte el capitán de navío Bracho Palma que la
iconografía marítima venezolana viene extraviándose como parte de lo denunciado
cuando el autor advierte: “…la imagen y la palabra escrita de lo marítimo se
nos oculta, son definitivamente evasivas. Nuestra Historia Naval es un recurso
fragmentado de hechos, parte de memorias inconclusas. La biografía de nuestros
hombres de mar, es clamor de insepultos que cuando no es de utilidad par fines
contingentes (…) , resulta molesto escuchar. Sus nombres no nos suenan. Hemos
olvidado. Parte de nuestro pasado ha sido cuidadosamente borrado por hábiles
tejedores de mitos y cuentistas, artesanos del anecdotario, llamativo y
pegajoso, pero definitivamente falso”…
“La colección iconográfica de la Armada está en
proceso de extinción” –recalca más adelante en la antesala de esa documentada
narración de los acontecimientos que fueron determinando el curso de nuestra
historia nacional, en parte escrita sobre el mar o frente a el, en los espacios
acuáticos caribeños y Atlántico, el lago de Maracaibo o los caminos de agua que
se internan por la tierra amazónica o delimitan y hacen del macizo guayanés de
las regiones con el mayor potencial hidroeléctrico en el mundo.
Al lector no le será difícil precisar que si bien
la guerra naval de la Independencia puede ser considerada –apunta Bracho Palma-
“como prolongados eventos de desgaste en conflictos desarrollados por las
fuerzas patrióticas, limitados en medios, en su mayoría de origen privado o de
apresamientos”, los dos primeros buques de la naciente Marina pertenecieron al
apostadero: el bergantín Argos () y el balaux Zeloso (), contando con la
incorporación a la causa republicana de los tenientes de navío españoles José
de Varas y Juan Martinena, alférez de navío Melchor Nieto Polo así como los
contadores de marina José Ramírez de Arellano y José Abrahantes, sin olvidar la
egregia figura de Lino Clemente y Palacios, primer secretario de guerra y
marina 24 de abril de 1810, firmante del Acta de la Independencia y de la
Constitución, Comandante General de la Marina en 1819, entre otros destinos no
menos importantes.
La primera Escuela Naval se estableció en La Guaira
el 21 de abril de 1811. Los profesores fueron –menciona el investigador y
escritor- Vicente Parrado y Pedro de la Iglesia. La primera promoción (29 de
octubre de 1811) la integraron Juan Carcaño, Manuel de Agreda y Urloa, Luis
José de Erazo, Diego de Hugo, Agustín García y José Víctor Escobar. El 16 de
enero de 1812, el soberano Congreso de Venezuela acuerda la construcción de 22
lanchas cañoneras destinadas a las costas de la Federación Venezolana.
De tales datos básicos arranca el desenvolvimiento
de los acontecimientos relevantes que narra en buena prosa Bracho Palma quien nos
dispensa una visión panorámica bien ajustada de la gesta independentista desde
la perspectiva de las campañas navales antes de proseguir narrando la
incorporación de embarcaciones diversas durante la última mitad del siglo XIX,
el desarrollo del astillero naval de Puerto Cabello, los faros, la indefensión
ante el Bloqueo de 1902 por las potencias, la obsolescencia e indiferente
desatención de Gómez al tema de la armada lo cual incluyó la Escuela Naval a
bordo de unidades de la flota; la preocupación, interés e iniciativas del
general Eleazar López Contreras, quien en 1938 hizo traer los dos primeros
barcos modernizados, un par de exdragaminas adquiridos en Italia dentro del
plan de regeneración y atención prodefensiva el cual debía incluir submarinos,
planteamiento frustrado debido a la II Guerra Mundial no obstante lo cual
atracaron en La Guaira los cañoneros Soublette y Urdaneta; el papel renovador
del capitán de fragata Felipe Larrazábal –en su tiempo de jefe dispuso que
nuestros barcos de guerra fueran pintados de color gris- así como de Antonio
Picardi; los estudios en el exterior de los jóvenes egresados.
En los años 50, enumera la incorporación de
unidades inglesas e italianas que dieron a Venezuela supremacía naval. Se
contempló el portaviones como parte del equipamiento. El 23 de enero de 1958,
un marino asume la presidencia de la República en el albor de la era
democrática del siglo XX. Correspondió
el honor al contralmirante Wolfgang Larrazabal Ugueto, de la promoción del año
1932.
“El Alto Mando de los años 70 ingresó al Componente
a la era de los superficie con misiles, guerra electrónica y antiaérea. La
década de los 80 se identificada con un cambio tecnológico radical. El 22 de
febrero de 1980 se incorpora la primera de las fragatas tipo Luppo…”.
Apunta igualmente el capitán de navío Bracho Palma:
El apoyo a los sucesos de Vargas (1999),
así como la actuación durante el paro petrolero (2003), puesta de manifiesto en
la movilización de los tanqueros y el aseguramiento de las refinerías por
personal de flota e infantería de marina, fueron las primeras muestras de
renovación en la forma de ser y hacer”.
Presentada por el vicealmirante Julián Salcedo
Franco y el capitán de navío Edgar Blanco Carrero, la Iconología Naval Venezolana merece, por la excelente calidad redaccional,
diseño e impresión de la obra aceptada al Capitán de Navío Bracho Palma, la
gratitud de los lectores a quienes también la hicieron posible: los altos jefes
navales Carlos Aniasi Turchio, Carlos Giacopini Martínez, Carmen Teresa
Meléndez de Maniglia, José Rojas Medina, José Sequeira Do Sacramento, Jorge
Hernández Salazar y Miguel Ángel Hernández González, entre otros que supieron
calibrar la magnitud del proyecto sin antecedente. Felicitaciones a todos.
El capitán de navío Jairo Bracho Palma valora las
contribuciones particulares de Ramón Rivero Blanco y Gustavo Sosa Larrazábal
“por el inagotable material de archivo de sus señores padres, fuente para el
estudio del periodo comprendido entre 1923 y 1964”.
Alfredo
Schael
Leyendas:
1.Ramón Díaz Flores. Ingresó en 1891. Primer comandante del cañonero Maracay (1923).
2.Ramón Rivero Núñez en 1923.
3.Crucero Mariscal Sucre (1929).
4.Cañonero General Urdaneta (1943).
5.Felipe Larrazábal Blanco.
6.El capitán de navío Jairo Bracho Palma, autor del libro, de pie al lado del marino venezolano de mayor edad (94 años), el capitán de navío Carlos Taylhardat, fotografiados a principios de este año 2011 en la Escuela Naval (Mamo).
7. ARV T-63 Transporte Los Llanos, de las unidades incorporadas a la flota en años recientes.
Leyendas:
1.Ramón Díaz Flores. Ingresó en 1891. Primer comandante del cañonero Maracay (1923).
2.Ramón Rivero Núñez en 1923.
3.Crucero Mariscal Sucre (1929).
4.Cañonero General Urdaneta (1943).
5.Felipe Larrazábal Blanco.
6.El capitán de navío Jairo Bracho Palma, autor del libro, de pie al lado del marino venezolano de mayor edad (94 años), el capitán de navío Carlos Taylhardat, fotografiados a principios de este año 2011 en la Escuela Naval (Mamo).
7. ARV T-63 Transporte Los Llanos, de las unidades incorporadas a la flota en años recientes.