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lunes, 7 de noviembre de 2011

Labor social en el Museo








Cuarenta horas de pasantía debe completar cada uno de los bachilleres que resolvieron poner sus energías y mejor disposición al servicio del Museo del Transporte. La Gerencia les ha asignado colaborar en el mantenimiento exterior de las unidades expuestas en el Salón del Automóvil. Están diseñadas tres charlas durante las cuales, entendidos les brindarán información general acerca de la industria automotriz, la historia de marcas que resaltan entre las cien unidades de la colección de la Fundación Museo del Transporte expuestas en el Museo Guillermo José Schael, y noticias relativas a los 100 años del comienzo de la introducción masiva de automóviles a nuestro país, hecho que data de agosto de 1911 con los modelos T de Ford importados por la firma concesionaria fundada por William H. Phelps quien, de paso, auspició la formación en los Estados Unidos, de nuestro primer mecánico especializados, Edgar Anzola, quien trajo consigo en el mismo barco, el pedido inicial a la fábrica en Detroit. Los jóvenes bachilleres que por ahora en número de 22 trabajarán un día durante seis semanas continuas hasta completar cada uno las 40 horas reglamentarias, provienen del Instituto Codado. Todos, hombres y mujeres, cursan estudios en carreras técnicas por lo que pronto serán egresados en diferentes disciplinas, algunas relacionadas con sus actuales desempeños profesionales. En la fotografía, parte del grupo que trabajó el día 7 de noviembre de 2011, dirigidos por Adolfo Bracamonte, el más antiguo de los trabajadores del Museo, "muy exigente" -comentan los muchachos. "Procuro la perfección en todo lo que hago" -alega Adolfo, con toda razón. Lo cierto es que el resultado de este voluntariado juvenil como parte de la tarea de trabajo social, será que los carros de la colección quedarán muy limpios y brillantes. Ello complacerá a los visitantes y será motivo de orgullo para quienes lo hacen posible. El voluntariado organizado, responsable, constante y comprometido, es clave además de deber cuando se trata de patrimonios culturales. Otra toma corresponde a una vista de la plazoleta al pie del ingreso desde el Parque del Este vía la pasarela donada a la FMT en 1970 por el MOP. Finalmente, uno de los dos modelos T año 1914 partes de la colección exhibida en el Museo.

Revista de los Museos


Estimados lectores: El N° 4 de la revista de los Museos venezolanos, está disponible en el portal: www.museos.iartes.gob.ve 
La Coordinación del Sistema Nacional de Museos visitarla y participar en ella. 
En tan solo cuatro números publicados ya se puede descubrir mucho.

Drama de la familia Zea Thompson


Margot Thompson de Zea se sintió viuda entre los días 14 y 17 de febrero de 1942. Sencillamente, su esposo, Nolasco Zea, contramaestre del tanquero petrolero Monagas, fue dado por muerto al igual que el resto de los 31 tripulantes del barco hundido al ser torpedeado desde un submarino alemán entre las costas de Paraguaná y Curazao.
Nolasco salió a navegar en el buque al mando del práctico, capitán Luis Marcano, oriundo de Margarita. La embarcación registrada como propiedad de la Mene Grande Oil Company tenía como capitán designado al inglés llamado Walter T. Buschell.
La noche del 15 de febrero, después que cargaron crudo en el Lago de
Maracaibo, Marcano puso rumbo al Golfo de Venezuela camino hacia la refinería de Curazao.
El mar estaba tormentoso aquel día de carnaval lo cual retrasó varias horas la partida prevista de la flota cargada de crudo. Debajo de la superficie se movían las infernales máquinas al acecho del paso tanto del Monagas como de los otros petroleros que formaban la caravana, los aguardaban impacientes los tripulantes de alguno de los tantos submarinos alemanes que en aquel tiempo operaban en el Caribe, donde apagaron muchas víctimas -algunos cálculos hablan de 150 personas- y lograron incendiar en alta mar miles de barriles de petróleo extraído de Venezuela.
  Los Zea vivían en una buena casa que el veterano marino que era Nolasco, hizo construir en un solar cercano a la orilla del mar teniendo a la vista el muelle de Carirubana. Allí residía con su esposa de origen inglés aunque venezolana y paraguanera de pura cepa, y siete hijos, el menor de ellos, Isidro Zea Thompson.
Isidro sigue con interés todo lo relativo a los daños que la marina alemana infringió en el Caribe durante la II Guerra Mundial. Lo entrevistamos en el Museo del Transporte de visita a su amigo Jorge Bello Domínguez, ex funcionario de la Cía. Shell de Venezuela y bibliotecario del Museo.
Al Monagas lo atacaron frente a Punta Macolla, a siete millas o 30 brazas dentro del propio Golfo de Venezuela, en las primeras horas de la
madrugada del día 16.
Fue blanco del torpedo disparado desde el U-502, tipo IXC al mando del capitán Jurgen von Rosenstiel.
Pero la noticia tardó en llegar a los pueblos falconianos de la costa: Punto Fijo, Cumarebo, Los Taques, Adícora,… Las primeras informaciones no dejaban margen a esperanza alguna en las familias de los marineros. Todos los 32 hombres a bordo del Monagas habrían muerto cuando pasadas a las 3.30 horas, el primer torpedo penetra y explota en un punto clave. Entre otros daños, destruyó el puente de mando donde estaba de turno el timonel Pedro Tenía, quien cayó al agua, al final de esta historia, uno de los cuatro muertos.
 A bordo junto con Tenía, perdieron la vida Buschell, quien se quedó a bordo mientras el incendio avanzaba; el timonel Tenía además de Lázaro Colina y Lázaro Lende, ambos marineros venezolanos.
El capitán Luis Marcano sobrevivió, pero con graves quemaduras que le impidieron volver al servicio.
La tripulación del Monagas la componían 19 marinos venezolanos -no todos paraguaneros pues había gente de mar de todas partes del país en los petroleros que operaban desde las terminales tanto de Oriente como de Occidente-, tres noruegos, dos ingleses, tres chinos y dos griegos, y Bushel.
Comenta Isidro Zea que a sus siete años de edad pudo seguir de cerca el correr de las noticias que movilizaban a la comunidad marinera y en general al colectivo peninsular y, por supuesto, que a la gente que trabajaba para las petroleras, muchas relacionadas con el movimiento de los barcos que operaban regularmente aún bajo la amenaza constante de la mortífera flota de sumergibles nazis.
El petróleo venezolano destinado a la refinería de Curazao y Aruba, era
clave para mantener a raya las fuerzas del eje en el frente europeo. La marina y la aviación naval de los Estados Unidos brindaba protección a los tanqueros.
Pero, nunca lo suficiente para evitar ocurrirían sucesos como el
caso del Monagas (abanderado en Venezuela), el San Nicolás (británico) o el Tía Juana (británico), entre los objetivos alemanes alcanzados durante el ataque masivo del 16 de febrero de 1942 y días siguientes.
Nolasco Zea y Pablo Cañas saltaron del barco con sus salvavidas puestos después que lograron bajar las lanchas que una vez abordadas sobre el mar, permitieron que los ingleses, griegos, chinos, noruegos y venezolanos, quedaran a salvo y mientras llegaba el alba, presenciando a distancia, cómo el fuego devoraba el cargamento de crudo y consumía el barco mismo que ardería varias horas antes de hundirse.
Por pura casualidad, la explosión del Monagas fue escuchada y avistada a distancia considerable desde el modesto y casi inerme vapor de guerra venezolano  ARV Urdaneta, el cual se hallaba de patrullaje en el área vecina al mando del capitán Wolfgang Larrazabal. No contemplaron la posibilidad de que se trataba del ataque por el atrevido submarino escondido en el Golfo de Venezuela. La nave de guerra carecía de equipos antisubmarinos por lo cual tampoco se atrevieron a acercarse.
Los restantes barcos de la caravana de tanqueros tampoco se imaginaron que aquella noche los sorprendería la operación destinada a sabotear el suministro de crudo venezolano a las refinerías situadas en Curazao y Aruba. De ahí los otros tanqueros igualmente torpedeados y hundidos así como el ataque a las refinerías tanto de Curazao como de Aruba.
Los auxilios tardaron. El padre de Isidro pasó más de 12 horas como náufrago como los restantes marineros que ya lamentaban la desaparición de Tenía, Colina, Lende y Buschell.
Después del amanecer del día 16 arribaron lanchas y botes que al activarse las alarmas y despuntar el sol, zarparon desde Aruba y Curazao, donde centraron las tareas de rescate mientras desde la base estadounidense en Panamá, partían los aviones que ayudaría a los buques de superficie desplegados en el área, a cazar al submarino atacante.
Paraguaná era un hervidero de dolor e indignación. Los rumores eran de toda clase. En Carirubana daban como un hecho que no hubo sobrevivientes en el ataque al Monagas. Sin embargo, por cuenta gotas comenzaron a llegar reportes que iban reconstruyendo entre los allegados a los marineros las esperanzas, la ilusión del reencuentro de las familias.
En Berlín – refiere Oscar Yánes en crónicas alusivas al caso de los ataques a los tanqueros en el Caribe y en particular aquella noche terrible de febrero de 1942, Hitler fue informado durante un banquete oficial de los destrozos que su armada submarina cumplía precisa y según el objeto de disminuir tanto como posible, los envíos de combustible destinados a las fuerzas aliadas. “Se alegro mucho y se creyó que el mandado estaba hecho”. 
El mejor día para los paraguaneros fue el 17. Por avión, trajeron de regreso a casa a los sobrevivientes ingleses y noruegos. La Shell Caribbean movilizó sus aeronaves y lanchas para repatriar a las víctimas. Nolasco Zea fue devuelto a casa después de recibir en Aruba los primeros auxilios.
--Papá tenía muy quemada gran parte de la espalda ­recuerda Isidro. Tardó tiempo sanar la piel que sufrió mucho y determina que Nolasco, quien a los quince años (1913) ya era capitán de un hermoso velero propiedad del general León Jurado, presidente del estado Falcón, lo asimilaran como empleado administrativo de la Shell Caribbean en lugar de volver a los barcos donde le hubiese gustado continuar.
--Mi padre fue un marinero vocacional desde muy temprana edad. El ataque al Monagas, cuando apenas contaba 44 años de edad, fue una experiencia pavorosa que afectó para siempre sus capacidades naturales de hombre de mar.
Isidro -licenciado en administración, con estudios en los Estados Unidos y la Escuela Técnica Luis Caballero Mejía-, evoca a Antonio Evaristo Zabala como otro de los compañeros de su papá que extremó esfuerzos para salvar a
todos los marinos que la madrugada del 16 de febrero de 1942 se hallaban a bordo del tanquero Monagas.
Fue el último de los náufragos en fallecer pues descansó en paz en 1996. Residía en Punto Fijo.
El padre de Isidro dejó de existir el 28 de julio de 1977 a la edad de  79 años.

Alfredo Schael/Jorge Bello D.



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Leyendas

1. Hitler:  feliz en Berlín por los logros del U502 y otros submarinos activos en el Mar Caribe, convertido en infierno. 2. Oscar Yánes: en Berlín creyeron en febrero de 1942 que el mandado estaba hecho… 3. Wolfgang Larrazábal Ugueto se graduó en 1932, diez años antes de corresponderle presenciar a distancia el ataque del U502 contra barcos que salían del Lago de Maracaibo. 4. En 1941, en Maracaibo estos jóvenes se entrenaban para ser los tripulantes de los vapores venezolanos que serían atacados durante la II Guerra Mundial. 5. Carirubana en nuestros días Allí residían los Zea Thompson en 1942.