Dice
Roberto Pérez Lecuna que el 19 de abril de 1939 se fundó en Maracaibo, en la
zona de El Milagro, la Escuela Náutica Capitán Felipe Baptista, mediante
decreto del Ejecutivo del Estado Zulia, siendo presidente del Estado el doctor
Manuel Maldonado y su primer director fue el capitán de la marina inglesa
Joseph Benedict Sharkey, quien estuvo al frente de la misma hasta el año 1944.
De
los profesores de la época, quienes llegaron a ostentar el grado de capitanes
de altura, menciona a Jesús A. Reyes Astorga, Francisco Hevia Gamero, Manuel
Boffil P.; el licenciado en matemáticas Sais Kugler y el profesor Fernando
Guerrero Matheus en la disciplina de geografía e historia, por cierto consagrado
Cronista de Maracaibo durante décadas.
Posteriormente fueron en la plana de
profesores, los oficiales de marina mercante Manuel Palacios, Francisco
Elortegui, Avelino González Zulaika, Fernando Maruri y Jesús Mastraitua.
Al
abundar en el apunte acerca de este centro de formación, Pérez Lecuna informa
que esta escuela fue otro de los núcleos forjadores de oficiales de la marina
mercante para las empresas petroleras durante II Guerra Mundial. Permaneció en
funcionamiento hasta su reubicación en Macuto en 1946, cuando el gobierno
nacional creó la Escuela Náutica de Venezuela la cual con el correr de los años
devino en la actual Universidad Marítima del Caribe.
La
primera promoción egresó en 1941. Hubo trabajo para todos sus integrantes quienes
fueron directo abordo de barcos nacionales en operaciones costaneras. La
capacidad del plantel excedía al número de jóvenes interesados en ingresar a la
carrera preparatoria de oficiales de cubierta y máquina respectivamente.
El
capitán de altura Pedro J. Guzmán Quevedo menciona en su libro La Formación del
Oficial de Marina Mercante, los nombres de los graduados en las promociones
previas a las egresadas en Macuto a partir de 1946.
De
la escuela marabina egresó un total de 82 oficiales de marina mercante, número
este bastante alto –comenta el autor en su obra Apuntes para la Historia
Militar de Venezuela 1º de enero de 1936-18 de octubre de 1945.
Fue
alto si se considera que era una liceo de náutica que preveía enseñanza gratuita
ya que los alumnos tenían que costearse de su propio peculio desde los libros
hasta sus diversos uniformes y equipos para el ejercicio de la profesión.
“Este
esfuerzo en el desarrollo de la profesión no tiene parangón con acciones
previas y posteriores”. Y el hecho de que el grueso de los egresados llegaron a
culminar los más altos grados de la carrera demuestra la vocación de servicio y
la alta calidad de la selección.
Puede
que muchos de ellos puedan ser considerados los primeros profesionales formados
en una escuela de exigentes niveles académicos sin negar mérito a otros marinos
mercantes que se desarrollaron en ambientes
distintos al de la Escuela Náutica Capitán Felipe Baptista.
La
creación de esta escuela de marinos mercantes fue esencial para que contásemos
con mejores hombres a bordo de los buques que operaban en nuestras costas al
mismo tiempo que proveía los individuos que más arriesgarían con su trabajo abordo
de los barcos que en el curso de la guerra, serían atacados en aguas
venezolanas como del Caribe.
Los
sucesos que tuvieron lugar en febrero de 1942 fueron determinantes para
constituir un estado de guerra –y zozobra- entre la gente de mar y sus
familiares, sobre todo en occidente, donde tuvieron lugar los primeros ataques
más feroces de parte de submarinos alemanes.
La
producción petrolera retrocedió a consecuencia de aquellos ataques que
obligaron a adoptar medidas tales como el emplazamiento de unidades de defensa
de grueso calibre capaces de repeler el poder de los submarinos alemanes que no
sólo acechaban frente a Venezuela, de donde partían menos banqueros destinados
a alimentar las refinerías y centros de recepción de crudo y productos requeridos
por las fuerzas enfrentadas al nazismo.
Pérez
Lecuna advierte que aunque los barcos de los países neutrales llevaran pintada
en gran formato la bandera correspondiente a su país, para los hombres de los
submarinos nada significaba convirtiéndolos en objetivos de los torpedos.
A
los tanqueros se les artilló y las tripulaciones de los mercantes venezolanos
recibieron adiestramiento en el manejo de los cañones y del armamento con que
estaban dotados los buques y algunos de ellos –dice Pérez Lecuna- se hicieron
buenos artilleros.
Para
proteger los tanqueros costaneros, la bahía de Amuay fue habilitada como Sitio
de Protección y Anclaje de Barcos, creándose un total de 32 fondeaderos
señalados en el plano producido por el departamento de marina de la Shell
Caribbean Petroleum.
La
navegación costanera se estableció fuera practicada sólo durante la noche con
las luces apagadas y escolta brindada por buques estadounidenses hasta los
puertos de destino de los cargamentos.
Como
si hubiese sido de pequeña monta el daño en términos humanos, de barcos y
cargas asestado en febrero de 1942 a parte de la flota llamada “mosquito”, o
sea, la de los barcos de poco calado que salían del lago de Maracaibo con
cargamentos de crudo al igual que por la barra de Maturín o río San Juan, rumbo,
bien a Curazao o Aruba o al puerto de las Piedras, salida que tenía lugar a la
hora de pleamar y en grupos, en marzo de 1942, fueron hundidos en el Caribe
nada menos que 35 buques, la mitad de los cuales eran tanqueros aliados de gran
calado.
En
el campo de aviación de Cachipo, estado Monagas, abierto por la Standard Oil
(luego Creole), fue establecido el centro de monitoreo de las señales de radio
y control de los desplazamientos en el Caribe.
Las
unidades aéreas servían como apoyos al patrullaje marítimo de superficie
complementado por el ejercido por aviones de la marina de los Estados Unidos y
los escasos recursos de la aviación militar venezolana.
Aeronaves
de las petroleras auxiliaron en dos ocasiones a náufragos sobrevivientes de
ataques a tanqueros frente a las costas del litoral guaireño y de Barcelona.
Las
mejoras que en 1942 planteó la aerolínea Pan American al gobierno del general
Medina Angarita hacerle a los aeródromos de Maiquetía y Maturín además de los
trabajos adelantados en Barcelona por las petroleras, fueron parte del esfuerzo
no sólo para ampliar la capacidad y seguridad al movilizar pasajeros usuarios
de la aviación comercial sino además, atender exigencias de los aparatos de la
fuerza aérea de los Estados Unidos encargados del patrullaje, con bases bien
instaladas tanto en Panamá como en Trinidad.
Como
parte de este reportaje aparece una ilustración de las instalaciones de la Esso
Standard en Maracaibo a finales de la década de 1940. Y, también, la fotografía
del remolcador Standard, uno de los que operaba en el lago de Maracaibo
empujando barcos el cual, en febrero de 1942 fue enviado a Aruba para prestar
allí servicios temporales.
Sus
tripulantes avistaron desde Aruba la madrugada del lunes 16 de febrero, el
candelero que desprendía el tanquero Pedernales incendiado por el ataque del
submarino alemán en el Golfo de Venezuela, hacia donde salió el Standard en
cumplimiento del deber.
Durante
la navegación a toda máquina lograron rescatar dos náufragos en medio de la
oscuridad lo cual fue motivo de alegría y justificó la iniciativa del capitán
Francisco Salazar, entonces con 14 años de servicio en las operaciones
lacustres, y de sus colaboradores abordo de la unidad: Bernardo Moreno, Pedro
Lozada, Anaxímenes Urdaneta y Luis Felipe Patiño, entre otros que ayudaron a
remolcar de popa hacia la bahía lo que quedaba del Pedernales totalmente
quemado.
Alfredo Schael